No se puede saber cuáles son los derechos del niño, si no se sabe y se perciben cuáles son sus necesidades. Hablar de los derechos del niño es hablar de qué posibilidades concretas hay de satisfacer sus necesidades básicas. De esto dependerá su crecimiento y felicidad.
El niño para crecer necesita muchas horas de padre, madre, docentes y cuidadores. Si carece de esto será víctima de una humanización incompleta. Aquí encontramos la raíz de las patologías más alarmantes que padecen cada vez más niños y adolescentes. Es fundamental la continuidad de los cuidados, que no pueden abandonarse ni suspenderse sin poner en riesgo su salud física y psicológica. Tampoco se pueden cambiar los cuidadores cuando están construyendo un vínculo afectivo con el niño.
Existen múltiples situaciones en las que no se cumple con la Declaración Universal, ni con la Convención de los Derechos del Niño incorporada a la Constitución de 1994.
Los hechos están a la vista: cuando en la Convención se habla de “el interés superior del niño”, apunta a que sea una pauta de decisión ante un conflicto de intereses y que constituya un criterio para la intervención institucional destinada a proteger al niño.
Se habla demasiado de porcentajes y nada de esto.
Ante el conflicto salarial docente, ni particulares ni Estado, pueden tener dudas acerca de la Justicia del reclamo. Pero en la búsqueda de una solución, se deben evitar acciones antieducativas, no solidarias, que agravan la situación y generan nuevos conflictos.
¿Alguien puede creer que cuantos más días sin escuela dejemos a los niños más razón tendrán los docentes en sus reclamos? Siempre en las peleas de los adultos los niños se llevan la peor parte.
El niño construye vínculos afectivos en la escuela, juega, aprende, comparte y está esperando volver cada día para retomarlos. En lugares desprotegidos y con situaciones de abandono, es lo único que lo sostiene. Todo esto forma parte de su identidad, no se reduce sólo a “días de clase”.
Las respuestas que los niños y adolescentes necesitan no tienen feriados, vacaciones, ni paros, son hoy.
El Estado Nacional tiene la obligación indelegable de garantizar el respeto y cumplimiento de los derechos del niño en todo el país.
Todas las organizaciones nacionales e internacionales que se ocupan de la niñez y sus derechos están obligadas a realizar acciones concretas y denunciar el incumplimiento. ¿Se escucha a alguien hablar qué significa el interés superior del niño? En nuestro país hemos dejado meses a niños sin escuela y no hubo ninguna presentación ante la CIDH.
Los problemas de los adultos, los resuelven los adultos y deben preservar a los niños de situaciones de tensión, violencia, discusiones. Reclamar sus derechos enaltece al docente, hacerlo a expensas del derecho del alumno, lo degrada. Afirmar que el único medio eficaz para ser escuchados es la huelga, es una afrenta a su creatividad.
Siempre se invoca un bien mayor que justifica el paro: “no existe bien mayor que los derechos de los niños”. Quienes pagan los salarios docentes, no son nombres propios de funcionarios temporarios, sino los ciudadanos que pagan sus impuestos. Algún día habrá que explicarles a los ciudadanos cuánta plata de la destinada a educación les llega a los niños.
Las familias apoyan y acompañan a los docentes en sus reclamos, pero no pueden apoyar que sus hijos no estén en clase. Ante la pérdida de matrícula, no es la escuela privada la que atrae, sino la escuela pública la que expulsa con huelgas a repetición.
El acordarse de “políticas de Estado” se transforma en una caricatura cuando no se pueden acordar políticas básicas para la niñez.
*Ex decano Facultad de Psicología de la Universidad del Salvador.