El derecho a la tierra es un tema que me preocupa y ocupa desde el comienzo de mi actividad en la política.
En mi condición de intendente de Lomas de Zamora o de gobernador de la provincia de Buenos Aires, creamos a nivel municipal y también provincial la Secretaria de Tierras y Viviendas, y al mismo tiempo se promovió la sanción de todas y de cada una de las leyes que viabilizaron el camino para que la gente pudiera comenzar a construir su futuro en un lugar propio y digno. Todo se hizo sin la necesidad de expropiar un solo terreno.
Hoy, todo mi trabajo está orientado hacia un único fin: conseguir que tanto en la Argentina como en el resto de Latinoamérica pueda hacerse realidad aquello que señalara Manuel Belgrano en 1810: “Es de necesidad poner los medios para que puedan entrar al orden de sociedad los que ahora casi se avergüenzan de presentarse a sus conciudadanos por su desnudez y miseria y esto lo hemos de conseguir si se les dan propiedades”.
El derecho a la vivienda se encuentra reconocido en nuestro país desde la reforma de la Constitución Nacional en 1957, en el Art. 14 bis, cuando deja establecido que “El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter integral e irrenunciable. En especial la ley establecerá el acceso a la vivienda digna”, y en diversos instrumentos internacionales de Derechos Humanos ratificados por Argentina. Pese a todo, hoy la realidad nos demuestra que la gente humilde aún ignora sus derechos.
Frente a tanta necesidad siempre aparecen los “pícaros”, por eso se debe desalentar desde el Estado la usurpación de tierras. Es penoso ver como familias desesperadas toman un pedazo de terreno, alentadas por algunos inescrupulosos, y construyen cuartos de chapa soportando el frío invernal sin ningún servicio y exponiéndose a desocupaciones violentas.
Hoy este derecho a la vivienda Adecuada, como tantas otras, es una utopía sobre todo en los países empobrecidos de América Latina, pero lo que es factible, es el derecho a que toda familia argentina pueda acceder a un lote, en la tierra que los vio nacer. Entonces es hora que hablemos del Derecho a la Tierra.
Así surgió la idea de escribir América Latina una tierra para todos, Capítulo Argentino, para exponer las trabas que tiene la gente para alcanzar este derecho en toda su dimensión, y al mismo tiempo demostrar las posibles soluciones viabilizadas desde mi vasta experiencia en políticas públicas, siempre tratando de hacerle frente a eso que el Papa Francisco definiera como “la atroz injusticia de la marginación urbana”.
El nombre del libro no fue elegido al azahar. América Latina una tierra para todos responde a las palabras que dijera Juan Pablo II durante una misa celebrada en 1980 en Recife, Brasil: “La tierra es un don de Dios, don que Él hizo para todos los seres humanos” (…) Repitió e insistió en esta preocupación a lo largo de sus visitas en Latinoamérica” .
Por tratarse de un tema trascendental, creo que este desafío tendrá que salir robustecido mediante una ley desde el Honorable Congreso de la Nación.
Estoy convencido de que la entrega de una parcela de tierra para sedimentar el futuro de una familia tiene que salir por consenso.
En uno de los párrafos de la carta que les hice llegar a todos los funcionarios digo que “la Argentina es un país de buena gente y malas políticas, por eso es hora de que las autoridades nacionales, provinciales y municipales le hagan conocer a los vecinos los derechos antes referidos y empezar a buscar soluciones siempre respetando la ley y nunca avalando la toma de tierras”.
Tenemos una deuda interna con nuestra gente más humilde que todavía no ha sido saldada y en pleno Siglo XXI resulta impostergable. Todavía estamos en plena búsqueda de lograrlo. Ojalá lo consigamos. Nada es fácil, pero tampoco imposible.
*Ex presidente de la Nación.
Producción periodística: Silvina L. Márquez.