Cuando se ponen muchas cosas en una misma bolsa es inevitable que se mezcle todo, lo trivial y lo importante, lo chico y lo grande, y cueste encontrar cada cosa.
Esto en parte ocurrió en el discurso del Presidente en la inauguración de un nuevo período de sesiones del Congreso, pero no fue por descuido o imprevisión: está claro que la decisión fue transitar las temáticas y tonos que, el gobierno tiene bien medido, le reditúan en una amplia franja de la sociedad donde residen muchos de sus votantes.
El discurso, y el año, está planteado para que en el poder legislativo se debatan temas que dividen aguas entre las otras fuerzas políticas y, por lo tanto, evitarán al oficialismo enfrentarse a una oposición en bloque y única. En ese esquema, la economía no pasará por el Congreso.
Que la frase “vamos a dejar de endeudarnos” haya aparecido apenas enumerada entre menciones al uso del cinturón de seguridad o la amabilidad de los argentinos con el turismo extranjero, no ayuda mucho a entender cómo se llevará adelante ese proceso, más aún cuando la mención se hace un día después de haber sumado $ 60 mil millones de deuda con la colocación de dos bonos.
En un discurso donde Macri repasó con cierto nivel de detalle las buenas cifras del crecimiento de la construcción y del empleo, de las que nadie le quita el derecho de golpearse el pecho, deja sabor a poco el haber apenas sobrevolado el tema de la inflación, con la promesa de que “va a ser menos que el año pasado”. Macri apostó a la inflación de expectativas antes que a las definiciones.
El Presidente busca que el gradualismo sea su “tercera posición”, pero el rechazo a los que piden “shock de ajuste” y los que “quieren que nada cambie” no alcanza a explicar qué hará el gobierno con el déficit, en una campaña que, se teme, por culpa de los fenómenos climáticos concluya con cerca de 15 millones de toneladas menos de granos exportables.