La situación del país, según todos los observadores de distintas ideologías, no podría ser peor. Recesión, pobreza en aumento, desempleo, baja generalizada del consumo. Ante esta crisis, el Gobierno plantea la teoría de la tormenta: esto es así, no había manera de evitarlo, se hace lo que hay que hacer. La culpa es de la administración anterior, de la situación exterior, de Magoya, etc.
Se pretende así tapar la ineptitud de los responsables, como si todo fuera inevitable y como si el despilfarro de millones de dólares en el juego con la moneda norteamericana no hubiera existido. Como si endeudarnos de la manera que lo están haciendo fuera algo positivo, cuando compromete el futuro de nuestros hijos y nietos. La situación es extrema.
Conclusión: hay que salir de esta administración desastrosa y pasar a otra cosa. La esperanza son las próximas elecciones presidenciales, ya cercanas, en las cuales, si todo fuera bien, podríamos salir de esta encrucijada terrible.
El primer gran conflicto es que tenemos un entretiempo que para aguantar pobreza y desempleo es a su vez demasiado largo. Pero no se trata de promover agitaciones que a nada conducirían, porque la posibilidad de un cambio depende de la existencia de otro polo diferente, capaz de organizar una salida a este drama.
Pero el fraccionamiento de la oposición no es alentador, y la construcción de nuevos liderazgos cuenta a su vez con poco tiempo para consolidarse, si acaso admitimos que ese polo fuerte y positivo existe. Y aquí asoma la candidatura de Cristina, con el fuerte caudal de votos con que cuenta, pero con la herida moral que arrastra por la confirmación de la red de corrupción montada por ella y su círculo. Confirmación que ya tenemos con contundencia incluso judicial. Herida moral que no ha afectado a la mayoría de sus posibles votantes, si nos remitimos a las diversas encuestas que leemos día a día.
Lo cual constituye un serio obstáculo. Habíamos sostenido la necesidad de una autocrítica en el peronismo, así como una reactualización doctrinaria y una reorganización en busca de salidas políticas posibles. Desistir de la candidatura de Cristina exigiría una crítica moral. Sin ética en defensa de la comunidad organizada no podemos pensar que pueda construirse una sólida base para la reconstrucción del país, porque a ese extremo debemos referirnos. O sea que la reactualización doctrinaria exige revisar cuestiones de fondo, y también adhesiones electorales anteriores. Lo cual nos lleva a la necesidad de reconstituir la unidad operativa que es una de las banderas del peronismo para sus triunfos.
¿Podrá constituirse un nuevo liderazgo centralizado que pueda cristalizar el voto del pueblo peronista, y que sume a los sectores que van descubriendo que las políticas neoliberales no llevan a la sociedad del bienestar, sino al hambre del pueblo? El tiempo que queda es corto, y las operaciones para constituirlo no pasan, por ahora, de simples conversaciones.
¿O habrá que concentrarse en un voto a Cristina, que solo será de repudio a la actual situación, abriéndonos a una zozobra social? Porque qué será de la actual sociedad del saqueo, en parte en prisión, ante un posible triunfo de Cristina. ¿Acaso se negociarán indultos al menos para ella y su familia? ¿Quedó ya desmontado el grupo saqueador?
El sistema da por seguro que Cristina no puede ganar las elecciones. pero esa certeza no tiene garantías. Su triunfo es en teoría perfectamente posible si el voto de protesta, en vez de verse desintegrado entre fracciones, decide unirse, aun con todas las reservas que deba establecer.
Esta nota tiene un supuesto de base: que solamente desde el peronismo puede pensarse una salida encarnada históricamente y de próximo comienzo a la situación actual, descartando posibilidades a otros sectores o partidos sean de izquierda o de derecha. Pero este es otro tema, que trataré en un próximo artículo.
*Crítico literario.