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econOMISTA DE LA SEMANA

Ante el desafío de cambiar de recetas

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El acuerdo con el FMI, la escalada del dólar y el recrudecimiento de la inflación, vuelven a poner sobre la mesa la discusión sobre cuál es la teoría económica que guía las decisiones del gobierno de Macri. ¿Por qué esta teoría sistemáticamente fracasa en sus recomendaciones? ¿Acaso hay teorías alternativas que permitan encarar de manera más efectiva los recurrentes problemas de la Argentina (inflación, pobreza, informalidad laboral, desigualdad de género, un creciente rezago productivo, y la lista sigue)?
La política económica de Cambiemos se desprende de la teoría económica que sigue siendo dominante en los ámbitos académicos del mundo: la teoría neoclásica. Esto incluye diversas reversiones que moderan postulados extremos, se presentan más progresistas y aceptan la intervención del Estado pero solo para solucionar lo que consideran son fallas de mercado. La teoría neoclásica parte de la idea de un posible equilibrio general del mercado del cual resultaría que todo aquel que quiere comprar o vender al precio de equilibrio podrá hacerlo. Quien no lo haga, será porque no acuerda con el precio de mercado. Probablemente la dimensión más sensible de esta concepción es que concibe al desempleo como una decisión voluntaria del/de la trabajador/a que no quiere vender su fuerza de trabajo a cambio del precio (salario) de mercado (el tristemente célebre “quien no trabaja es porque no quiere”). Sin embargo, ésta es solo una de las múltiples conclusiones que se desprenden de esta teoría que ha sido fuertemente criticada, entre otros motivos, por su incapacidad para desprender de sus postulados explicaciones coherentes de la realidad.
Desregulaciones a los movimientos de capital, menos impuestos “distorsivos” de los mercados, menor emisión monetaria y un gasto público que no supere los ingresos corrientes, son ejemplos de políticas que, lejos de ser inocuas o de buscar la supuesta igualdad de oportunidades que se postula brinda el mercado, desconocen que éste es profundamente desigual y que los intercambios mercantiles se llevan a cabo mediante relaciones de poder. No es producto del mercado, ni de un acuerdo mutuo el que un/a trabajador/a consiga empleo, sino decisión de la empresa que define si contrata o no a aquel/la trabajador/a. No es tampoco producto de un mutuo acuerdo que se realizan intercambios entre grandes multinacionales, muchas veces monopolios intelectuales, y las empresas de capital locales y rezagadas que no tienen otra alternativa para subsistir que aceptar los contratos impuestos por las primeras. De modo que aunque el mercado alcanzara por si solo el equilibrio, el resultado sería profundamente desigual, presentando ganadores y perdedores.
En la Argentina durante el gobierno de Cambiemos es claro quiénes vienen siendo los/as perdedores/as frente a la retracción del Estado: las/os trabajadoras/es y sectores populares y/o vulnerables. También está a la vista quiénes han ganado: los capitales locales concentrados, las capitales financieros y las multinacionales. Dada la estructura productiva de la Argentina, en este último grupo se destacan las mineras, las exportadoras de granos, las empresas de energía privadas, el sector financiero, etc. Es que en los países periféricos, cuando el mercado no planifica dimensiones claves de la economía, se multiplican los perdedores frente a los grandes capitales multinacionales que ganan –todavía más– a costa del trabajo local.
Si es tan claro que necesitamos otras políticas, y que las únicas políticas que puede ofrecernos el mainstream neoclásico son regresivas e inefectivas, porque ni siquiera han podido controlar la corrida contra el dólar incluso luego de pactar una vuelta al FMI, ¿por qué no florecen o se imponen las teorías económicas alternativas?
A nivel académico, parte de la explicación resulta de la pervivencia de sus ideas dominando desde la estructura de los planes de estudio de las carreras de economía, hasta las revistas académicas más citadas y reconocidas. Son los economistas mainstream (en general varones) los invitados a programas de televisión y son ellos también los que escriben en los diarios. Así buscan imponer consenso en la sociedad respecto de ciertas medidas económicas, presentadas como las únicas posibles. No obstante, esas políticas mantienen intacta la estructura de relaciones de poder.

Opciones. Pero en economía no hay recetas únicas, ni correlaciones universalmente válidas. La existencia de una multiplicidad de escuelas de pensamiento que buscan comprender el proceso de producción y reproducción de la vida humana en el capitalismo pone de relieve que hay otros caminos posibles para el manejo de la economía, que en la Argentina el gobierno de Macri no está, ni tiene intenciones de explorar.
Un intento de sintetizar esas múltiples voces en una que grite más fuerte se realizará en la semana que viene en el marco de intensas actividades organizadas en conjunto desde seis universidades (Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de San Martín, Universidad Nacional de General Sarmiento, Universidad Nacional de Moreno, Universidad de Quilmes y Flacso), Economía Femini(s)ta, la Young Scholars Initiative del Institute for New Economic Thinking y la maestría Erasmus EPOG.
Conmemorando a Julio Olivera, economista que dedicó gran parte de su vida a trabajar por una teoría económica general que contribuya a la planificación del desarrollo, celebraremos la Primera Conferencia en Planificación del Desarrollo, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, el 17 y 18 de julio. Seguidamente, tendrá sede en la Unsam y la UBA la Convención para América Latina de la Young Scholars Initiative de INET (19 a 21 de julio). Esta última institución está conformada por más de cuatro mil jóvenes economistas críticos/as distribuidos en 125 países. Nos une una premisa: contribuir a actualizar colectivamente las ideas y nociones heredades de múltiples teorías de pensamiento, bregando por nuevas respuestas a los problemas urgentes que debemos resolver en Argentina, en la región y en el mundo.