COLUMNISTAS
el rol de francisco

Ante la decadencia occidental

Ante la incompetencia y falta de coraje de los jefes de la política, el Papa une el destino de los pobres del mundo, y de los jóvenes excluidos del sistema, al factor ecológico y al capitalismo sin rostro.

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Bergoglio. Levanta su voz para hacer un llamado a un cambio civilizatorio. | AFP
Las formas de vida, los imperios, los países no son inmortales. Mueren si no se transforman. Occidente, desde la gran crisis financiera del 2008, da muestra, especialmente en Europa, de inestabilidad económica y desasosiego cultural.

En un diálogo entre los filósofos Alain Finkielkraut y Peter Sloterdijk, el primero pregunta: “¿Qué hacemos ahora ante el crecimiento sin fin de nuestra capacidad de hacer? ¿Cómo lo frenamos, cómo reencontrar la naturaleza, la austeridad?”.

Algo se ha quebrado en la cultura occidental. Volvemos, incluso, a reeditar conflictos religiosos en el caso de la inmigración europea y el alzamiento islámico extremista en el Cercano Oriente.

Lo más preocupante es la línea de quiebra generacional de los jóvenes con sus padres y abuelos. No quieren heredar el mundo del bienestar burgués de trabajar profesionalmente, hacer dinero, aceptar los códigos ancestrales de familia, felicidad, conducta. No reingresan en el palacio liberal-democrático. Son los ndignados de España, los de Grecia, que no quieren más la Europa-madre. ¡Los indecisos de Podemos! Los desocupados, nihilistas, los marginales de la vida organizada. Millones de jóvenes, hace ya muchos años, se fueron a las drogas, a la nada, al boliche, al chatting, como un lumpen que eligió mal un destino.

 Se acercan a la política para gritar una furia sin altura fundante: no crean ni se dan alternativas. Exagerando se podría decir que en ellos muere la Europa brillante, recuperada después de 1945. Y sin Europa, epicentro cultural del mundo occidental, nada tendría salida, ni las antiguas superpotencias de la “Guerra Fría”. Peter Sloterdijk expresa: “La política de hoy no se hace cargo de algo esencial, el punto oculto en el que: la lucha de clases fue sustituida por una rebelión de los jóvenes contra los adultos en nombre de un modernismo impresionista, adoptado y difundido sin debates democráticos. Ese progresismo se presenta como lo juvenil. Tiene buena prensa y buena paga. Debería ser remplazado por un debate maduro (que no quiere decir viejo o antiguo)”.

Este tema de la quiebra generacional recorre todos los países de Occidente. Se relaciona con la caída de nivel de vida de la clase media en países tan poderosos como Estados Unidos, Alemania o Francia, surgen situaciones conflictivas que los políticos no reconocen o no saben solucionar.

En Europa se da una inesperada inestabilidad Sur-Norte (Grecia, España, Francia, Italia, Portugal y algunos países del Este) que no alcanzan a la solidez deseada por la Unión Europea. Por otra parte el incendio del Cercano y Medio Oriente acerca una renovada guerra de religiones, movida por la voluntad del sólido islamismo, después de los errores de la política anglosajona en Irak, Siria, Libia, Afganistán, Somalia, etc. Parecería que vamos a un enfrentamiento reeditando los tiempos de Ricardo Corazón de León y Saladino. El profesor Huntington vería hoy confirmadas sus profecías en las que vislumbraba enfrentamientos religiosos y no ya clasistas o político-económicos como creyó la política mundial desde Marx hasta hoy.

En suma: estamos en tiempos en los que el liberal-humanista Adam Smith y el comunista Carlos Marx ya no tienen nada que decirnos. El comunismo implosionó en sus imperios, China y la URSS, y el liberalismo llega a la superconcentración de economías totalitarias financieristas. (El capitalismo actual ya no tiene dueños de “los medios de producción”, ahora pasa que alguien se robó el sabot, la banca madre de todos los grandes negocios del mundo.)

Es difícil exigir en este momento mundial decisiones de Gran Política a hombres que en realidad creen que la línea de progreso industrial-científico-tecnológico es ineludible, un destino inexorable. Aunque tienen la penuria medioambiental y ecológica ante sus ojos, no creen que el destino atómico o de juegos electrónicos, o de sondas espaciales, pueda modificarse.

El papa Francisco, como jefe de la Iglesia, sabe que hay que embestir con toda energía ante el caos que puede producir la implosión social. El tema ecológico no es una casualidad que llegó del cielo, fue y sigue siendo la consecuencia de un desenfrenado crecimiento del mercantilismo. Un tema joven, reciente, surgido a partir de la Segunda Guerra. Algunos autores coincidieron con el Papa, como Niall Ferguson, que alertó acerca de la rapidez con que estallan los imperios en decadencia, como hemos comprobado ante el soviético o la España de los Habsburgos.

Ante la irritante incompetencia y falta de coraje de los actuales jefes de la política occidental, Francisco une el destino de los pobres del mundo, y de la masa de jóvenes excluidos sin ingreso en el sistema, al factor ecológico y al capitalismo sin rostro y ya omnipotente. Levanta su voz más allá de las convenciones y estilos y restablece la posición combativa de la Iglesia ante grandes peligros mundiales, como sus predecesores Juan Pablo II, Julio II o San Pío V, el jefe de la Santa Alianza que contuvo en Lepanto, 1571 el intento islámico de retomar su presencia en Europa.

Nuestros filósofos en diálogo recurren a la palabra griega katejón, empleada por San Pablo en la segunda epístola a los Tesalonicenses. Quiere decir contención, dique. Trump es el nuevo gran protagonista. Nada podemos decir por ahora. Apareció en la escena con furia de titán. Veremos. ¿Otro round de Goliat y David.
Edgar Morin ve en la conducta casi inédita del Papa, el llamado para un cambio civilizatorio o una seria modificación de formas de vida que están llevando más bien al dolor o a la muerte de excluidos, de “descartados”.

El llamado del katejón es extremo e impostergable. Así lo entendió San Pablo al no poder viajar a Tesalonia y saber que la grey cristiana estaba duramente amenazada en su sobrevivencia.

Estamos ante el gran tema del mundo de hoy. Implica cambiar para con menos ser más. Significa superar un ordenamiento económico y político que arrasa con la cultura, la paz de alma y cierto confort espiritual que sentimos estar perdiendo en toda la esfera de la civilización occidental.

Protagonizamos una época “en la que el viejo mundo no murió y el nuevo está empezando a nacer” (parafraseando a Marguerite Yourcenar al referirse a su personaje, el emperador Adriano). Ya no vemos superpotencias en conflicto o Guerra Fría, sino más bien la gestión de un omnipoder financierista que une los opuestos y unifica el mundo con una inédita red de comunicaciones. Se crea un ente mundial, la globalización, sin soberanos aparentes ni propuestas “políticas”.

Seguramente el desafío a partir de ahora será la voluntad política de los estados nacionales y de las uniones regionales, contra ese factor de desproporcionado poder.
Es probable que el tema ecológico y medioambiental y el aplastamiento de las particularidades culturales, resistan esta nueva superpotencia, sin rostro, con el totalitarismo del poder financiero global.

*Diplomático y escritor.