Si el 11/9/2001 tendió a alejar el interés de Washington de América latina, la excepción a la regla pareció haber sido Colombia. Ese país pasó a estar dentro del mapa de la “guerra al terrorismo” lanzada desde la administración republicana de G.W. Bush. Ello quedó reflejado en un documento del Departamento de Estado de los EE.UU. de febrero de 2003 en donde explica la visión de la superpotencia en materia de anti y contraterrorismo. En esas páginas se explica que existirían tres tipos de organizaciones o grupos: 1) los de “alcance global”, o con capacidad para atacar con armas convencionales y no convencionales el territorio de los EE.UU. y sus bases e intereses en el mundo. El caso citado en el documento, claro está, es Al Qaeda. 2) los de “alcance regional”, de los cuales el documento se centra básicamente en dos: Abu Sayaf en las Filipinas y las FARC en Colombia. 3) Los de “alcance local”, que operan básicamente dentro de un país o parte de él.
¿Qué implica todo lo dicho? Que desde mediados del año 2002 y formalmente y por escrito desde comienzos del 2003, las FARC son un blanco militar a ser desarticulado y vencido por el Pentágono. Desde el año 2008, medios de prensa de Colombia informan acerca de negociaciones entre Bogotá y Washington para oficializar un esquema de facilidades de bases militares en ese país andino. En especial, la importante base aérea de Palanquero, con sus amplias instalaciones y facilidades. Ello comenzó a tomar forma cuando en el pedido de presupuesto 2010 presentado por la Casa Blanca a fines de 2008 ya figuraba un ítem con una partida de 46 millones de dólares para modernizar esta base colombiana.
En agosto de 2009, el gobierno de Alvaro Uribe formalizó la existencia de negociaciones para conceder por diez años la posibilidad de que medios estadounidenses hagan uso de Palanquero, otras dos bases aéreas, dos terrestres y dos marítimas (una sobre el Pacífico y otra sobre el Caribe). Un repaso de las 98 intervenciones militares, de muy diferente magnitud y características de los EE.UU. en América latina y el Caribe entre 1798 y 2004 mostraría que más del 90% de las mismas se dieron en lo que con Roberto Russell hemos denominado “la primera periferia” (México, Caribe, América Central, Colombia y Venezuela) y que llegan al 100% si se miran las acciones más relevantes en materia de medios empleados y empeño en acciones bélicas. En otras palabras, este cuadrante estratégico que va desde la frontera con México hasta las fronteras norte del Ecuador, Perú y Brasil ha sido, es y será una zona de importancia estratégica para los EE.UU. Todo ello tal vez sirva para recordar que los EE.UU. no delegan ni delegarán sus intereses de seguridad nacional en nadie. Llámese como se llame, o hable portugués o español.
Tal como ha escrito recientemente el diplomático brasileño Rubens Ricupero, hay que asumir que varios de los países de la región, en especial Venezuela, Bolivia y Ecuador, están atravesado una etapa revolucionaria, si bien dentro de un patrón de democracia electoral. Con visiones y políticas que chocan en mayor o menor medida con las políticas de mercado y de la democracia representativa republicana que impera en mayor o menor medida en países como Brasil, Chile, Uruguay, Colombia y la Argentina. Y dentro de este mismo grupo, también cabría marcar fuertes matices.
Estas revoluciones son el reflejo de un proceso turbulento y potencialmente violento por lógicas de acción y reacción, del ingreso a la vida política de amplios sectores populares que eran marginados o subestimados por las elites políticas.
Salvando las distancias, se podría ver un tenue símil con la Argentina entre 1945 y 1955 con el ascenso de Perón y el peronismo. A diferencia del caso argentino, en los países bolivarianos no se trata de masas obreras, sino de amplios sectores que han abandonado la vida rural pero no se han insertado plenamente en la vida urbana. Todo signado por fuertes niveles de desintegración familiar, un rol protagónico del narcotráfico, la proliferación de armas livianas, medios de comunicación y una cultura que tienden al éxito rápido y al hedonismo. Un mix explosivo que no estaba en experiencias de incorporación de sectores populares, como se dio en la Argentina.
*Especialista en política internacional.