Ahora que el macrismo se esfuerza por impostar autoridad mostrando que tiene menos apego aún por las formas republicanas que las que mostró la década ganada-perdida; ahora que con la imposición de jueces supremos, la intervención de organismos acordes con la ley, la cagada a palos de obreros que se quedaron sin trabajo y el consentido y alentado aumento de precios exhibe su deseo –legitimado por las urnas– de transferir recursos de la mayoría de sus votantes a aquellos cuyas arcas están llenas, me permito recordarles a l@s argentin@s que un sistema presidencialista no es representativo de ninguna voluntad popular. Que a Macri el hecho de ser padre-abuelo le ablandara el corazón y que la campaña le sirviera para descubrir, tarde pero seguro, la existencia sensible del resto de la humanidad no indica en absoluto que su propósito sea el de ofrecernos la menor satisfacción. No fueron tanto las políticas públicas como el personaje de Cristina lo que terminó cansando a los votantes y permitió a Mauricio Macri obtener la presidencia mediante el simple recurso de sonreír. Su sonrisa decía: “Vamos juntos”, pero lo implícito era: “Y juntos te la voy a poner”. Por lo demás, no es sólo que el kirchnerismo en campaña utilizara el miedo para continuar gobernando. Catástrofe y promesa fueron siempre los recursos del Apocalipsis y la Salvación. Vivimos bajo el horror de la simbología milenarista de copyright cristiano. El terror es lo que gobierna en secreto, es el corazón secreto de lo político y social.