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Politica Exterior / PANORAMA

Argentina, EE.UU. y China

Es crucial que nuestro país medite sobre cómo manejar con éxito las relaciones con Washington y con Beijing, que se disputan el centro del escenario global.

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Hegemonia. Hay que manejar el equilibrio tanto con Trump como con Xi Jinping. | cedoc perfil

El manejo simultáneo y positivo de las relaciones con EE.UU. y China es un crucial   desafío para la política exterior argentina. En el contexto de una estrategia de horizontes diversos –o sea el mantener relacionamientos positivos y simultáneos con las potencias establecidas, las emergentes y el exterior próximo–, esta es la prueba más importante para nuestra diplomacia.  
La Argentina no es el único país que afronta este desafío.  Así, ante el dilema de si Alemania debe seguir una estrategia transatlántica –basada en los EE.UU.–, o una euroasiática –centrada en China–, el ex canciller Joschka Fischer afirma que hay que reemplazar la “o”, por una “y”. A su vez, Australia, que ha luchado durante los últimos cien años junto a los EE.UU. en numerosas guerras, debe administrar su relación con China, adonde envía gran parte de sus exportaciones. Mientras tanto, las naciones del Asean –como Tailandia, Indonesia y Malasia– deben balancear la influencia regional del “gran vecino del Norte”, con sus vitales vínculos comerciales con los EE.UU.
La emergencia de China ha sido espectacular, y relativamente sigilosa. Prácticamente en una generación, China ha salido de la pobreza, para convertirse en la primera potencia económica y exportadora global. Así, con crecimientos anuales en el orden del 7%, el PBI chino ha pasado de ser el 46% del PBI norteamericano en 2004 a representar el 105% en 2014, y potencialmente un 142% en 2024. Mantener el crecimiento se ha convertido en un crucial imperativo para China, para dar bienestar a su población y legitimidad al Partido Comunista gobernante. Para asegurar parte de la provisión de materias primas y la llegada a destino de sus exportaciones, China ha implementado la iniciativa conocida como la Nueva Ruta de la Seda, que consiste principalmente en obras de infraestructura, en tierra y mar, a nivel asiático, que se extienden a Africa y Europa, y simbólicamente a América del Sur. Esta iniciativa proyecta, a su vez, la influencia política china. Pero desde Deng Xiaoping diciendo que hay que “esconder tu fuerza, aguardar tu momento”, hasta el actual líder XI Jingpin afirmando que China “no tiene el gen” que lleva a las grandes potencias a buscar la hegemonía, los líderes chinos han tratado de restar importancia a su propio ascenso, logrando hasta hace poco “crecer sin provocar”.
El auge de China es una amenaza para EE.UU., creador del orden liberal de posguerra. A nivel regional, China parece querer dominar el Indo-Pacífico, en lo económico, político y militar, desplazando a EE.UU. A nivel global, algunos especialistas creen que, aunque conforme con que EE.UU. siga liderando el orden mundial, China quiere tener el poder suficiente como para enfrentarlo cuando sea necesario. Así, podemos leer en la revista Foreign Affairs que “China está tratando de desplazar, no reemplazar, a los EE.UU.”. Pero otros expertos creen que China sí va a competir con los EE.UU. por el liderazgo global.
Ante esto, EE.UU. debate cómo enfrentar a China. Los defensores del orden liberal internacional, como John Ikenberry o Gideon Rose –editor de Foreign Affairs–, apoyan la estrategia seguida tanto por gobiernos demócratas como republicanos, antes de Trump: “Involucrarse pero cubrirse”. O sea interactuar con China desde el punto de vista económico, e involucrarla en el orden internacional creado por los EE.UU., mientras se toman medidas globales y particularmente en Asia para limitarla como posible amenaza militar. Se busca así “balancear” el poder ascendente de China tanto en lo económico como en lo militar. Para los defensores del orden liberal, el presidente Trump es una clara amenaza, y temen que busque reemplazar este orden liberal por una “hegemonía iliberal”. Sus posturas y estilo agresivo, tanto con aliados como con rivales, son vistos como destructores de la confianza que EE.UU. tradicionalmente ha generado, un elemento fundamental para la creación de alianzas en el último siglo, o contra China en el futuro.
Más allá del fenómeno Trump, especialistas como Graham Allison –ex decano de la escuela de gobierno, en Harvard– consideran contradictoria e insuficiente la estrategia adoptada antes del actual presidente, y no creen que los EE.UU. estén a tiempo para “balancear” a China, dado su meteórico crecimiento. Consideran crítico un excepcional esfuerzo de planeamiento estratégico para lidiar con China, comparable a lo hecho por los “hombres sabios” alrededor del presidente Truman –como el secretario de Estado Dean Acheson y el profesor George Kennan–, para diseñar el orden liberal de posguerra. O al realizado por Kennan, al esbozar la estrategia de “contención” de la Unión Soviética. Este ejercicio debería considerar desde el acomodamiento hasta el socavamiento de las posiciones e intereses chinos, la negociación de una “paz duradera” entre ambas naciones o una redefinición de la relación entre ambas potencias.
Entendiendo este dinámico contexto, es crucial que Argentina medite sobre cómo manejar con éxito ambas relaciones. Puede resultar útil lo recomendado por Allison a los ejecutores de la política exterior de los EE.UU., en cuanto a cómo pensar sobre el auge chino. Recomienda cuatro pasos: el primero es identificar y clarificar sus intereses vitales. El segundo es entender lo que quiere China y, en el caso argentino, también qué quiere EE.UU. El tercero es elaborar una estrategia (do strategy), señalando que lo dicho por Bill Clinton –que la política exterior se ha ido pareciendo al jazz, ya que es pura improvisación– deja de tener sentido ante la presencia de una China que ejecuta estrategias claras y coherentes. Por último, Allison recomienda que se dé especial importancia a los desafíos domésticos, que impactan la acción exterior.                                                                                                                                                                                 
*Autor de Buscando consensos al fin del mundo: hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2017).