Más de 40 mil personas –dos Luna Park llenos, como en las noches de Locche y Monzón– ovacionando al boxeador argentino más virtuoso desde Uby Sacco y Gustavo Ballas. La última vez había sido en la FAB el 2 de febrero de 2002, frente a un puñadito de gente, ganándole por puntos a Francisco Mora. Pocos días después era Madrid, a cara o cruz. Sergio Martínez, al que apodaron “Maravilla” por su técnica deslumbrante, tendrá hoy su gran revancha. Una noche de gloria en su país, el mismo que lo obligó al exilio en medio de la peor crisis de la historia. Se la merece.
Luces, celebridades, lujo, música en vivo, fuegos artificiales, una recaudación que rondará los cinco millones de dólares. Una velada con siete peleas de buen nivel –recomiendo ver al ruso Magomed Abdusalamov, un pesado manejado por Maravilla Box que pega como una mula; al welter salteño Luis Abregú, que irá por el Cinturón Plata CMB contra el canadiense Antonin Decarie; a Cachito Pérez, un talentoso que se quedó en eterna promesa e intenta un nuevo regreso a los 34; a Claudia López, la chica de Trelew que peleará por el título pluma FIB con la dominicana Daihana Santana– y la frutilla del postre: Maravilla-Murray, por el título mundial mediano CMB.
Todo muy lindo, pero debo ser honesto. No es pelea.
La única manera en que Maravilla pierda es que llegue muy mal entrenado o aún convaleciente de sus operaciones; y no creo que sea el caso. El inglés es un partenaire. Hará lo que pueda con lo que tiene, que no es mucho. Lamento desilusionar a quienes lo imaginaban peligroso por ser el campeón mundial interino de la AMB. Eso no significa nada. En estos tiempos, a nadie se le niega el saludo, un café o un cinturón de campeón de algo. Se reproducen como una plaga.
¿Les cuento? Seré breve. Félix Sturm –un alemán de boxeo mecánico y tedioso– se adueñó del cinturón en 2006 y en 2010, cuando ya llevaba nueve soporíferas defensas la AMB, que necesitaba un campeón más excitante para la televisión, lo nombró “Supercampeón”, le dejó su kiosquito de peleas fáciles en Alemania y organizó un choque por el título mundial “regular” que consagró al kazako Gennady Golovkin. En julio hará su octava defensa contra Matthew Macklin, el mismo que Maravilla noqueara el año pasado.
Sturm siguió con sus aburridas defensas hasta que una noche, ¡oh sorpresa!, un inglesito novato, invicto y entusiasta no sólo le hizo pelea: se la ganó. Pero los jurados, sin el menor pudor, dieron empate. Un robo. La AMB –siempre creativa a la hora de sumar más ingresos con los royalties que cobra por cada pelea oficial– decidió reparar la injusticia creando un insólito “interinato” a medida de Murray, pese a que Golovkin seguía en actividad. Y llevó “una palomita” a Manchester: Jorge Navarro, venezolano, 12 peleas, la mayoría en Panamá; que cayó por primera vez en el primero y por última en el sexto. Así, por arte de magia, Murray llegó a “campeón”. Y bueh.
Si el rival fuese Golovkin o David Geale –el titular FIB que logró el milagro de ganarle a Sturm en su casa– otra sería la historia. Maravilla les ganaría, creo, pero habría más oposición. Lindas peleas pero irrealizables. El negocio está claro: una muy rentable e inútil revancha con Chávez Juniors. Que en la segunda, lo firmo, terminará noqueado, como Paul Williams.
¿Qué pasará hoy? Murray es ocho años más joven y cinco centímetros más alto. Ahí se acaban sus ventajas. Es fuerte, agresivo, frontal, tiene un jab decente y suele partir con derecha, algo que molesta mucho a los zurdos. No tiene golpe de nocaut. Y es lento, lo que es fatal frente a un tipo tan veloz como Maravilla. Sufrirá mucho su estilo: jab desde afuera; entrar, pegar y salir; girar; jab; entrar, combinar, dar el paso atrás. Un baile. Sus piernas, como siempre, serán la clave de su boxeo. Las mejores, desde Alí, Sugar Ray, Marlene Dietrich y Steffi Graf.
Peleas son peleas, lo sé. Pero ganará Martínez, salvo milagro o catástrofe. De todos modos, no importa que sepamos el final. Yo vi mil veces Casablanca y todavía lloro como un tarado cuando todos cantan La Marsellesa en el bar de Bogart.
Disfrutemos. Que las cosas no están para perderse a ninguna Maravilla.