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justicialismo moderno

Argentina y el fin de los ciclos

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Los argentinos tenemos una inclinación por encontrar y marcar puntos de corte (comienzo y fin, auge y caída) en nuestros procesos políticos y económicos. Quizás un pasado de rupturas traumáticas y casi consuetudinarias cada ocho o diez años nos legó una sensibilidad especial para esta motivación. Por estos días de balances y perspectivas proliferan análisis que conjugan casi a la perfección esta inclinación: el “fin de ciclo”, expresado como el deseo de que 2015 pase rápido, y el comienzo de un “nuevo ciclo” en 2016, donde se exacerba una expectativa –supuestamente generalizada– respecto de que la nueva administración desplegará un recetario cuasimágico en sus primeros cien días para solucionar los achaques de la coyuntura económica y las reformas de fondo que faltan para el desarrollo.
No creo ni una cosa ni la otra. Tiendo a interpretar los sucesos políticos y económicos que tendrán lugar en los próximos meses como elementos de un puente que nos abrirá la posibilidad de una transición ordenada, lejana de las crisis traumáticas selladas a fuego en la memoria colectiva. Considero que cada tiempo de una sociedad emocionalmente estable debe renovar sus desafíos y reforzar los logros. Esto, creo, es la expectativa que podemos auscultar de la ciudadanía. No hay desesperación por el presente ni la necesidad de un nuevo auge salvador. Sólo la espera de una elección presidencial positiva y constructiva a la hora de refrescar expectativas por los cambios en algunos referentes institucionales.
Existen, sería torpe desconocerlo, demandas para mejorar temas concretos: inflación, calidad del empleo, inversiones en infraestructura y transporte, entre otras. De allí que este tiempo de competencia electoral sea la mejor oportunidad para que la ciudadanía evalúe quién tiene las mejores propuestas, los mejores equipos y la experiencia de gestión. Necesitamos aprender a acumular mejoras en el tiempo, conjugar mejor el hacer con el pensar, la experiencia con la confiabilidad.
Yo creo que Daniel Scioli es la expresión moderna y abierta del justicialismo para esta etapa, el mejor intérprete de las nuevas necesidades, el articulador adecuado entre lo realizado y las exigencias del porvenir. Pero espero que los otros espacios, con sus lógicas diferencias, alienten propuestas que eviten la tentación de los ciclos. No sólo los argentinos miramos a los candidatos. También la región y el mundo esperan nuestro paso de la adolescencia a la madurez política. En los aspectos coyunturales de la economía se ve un primer semestre de 2015 muy parecido al último cuatrimestre de 2014. Vale recordar que el año que se fue transitó de menos a más. Mucha convulsión por la devaluación, luego el estrés por el fallo adverso con los holdouts, para llegar luego con menores expectativas de inflación, aumento de las reservas internacionales, baja de las expectativas devaluatorias y disminución de la brecha cambiaria. También se ralentizó el ritmo de caída en materia de nivel de actividad. En aspectos más estructurales resulta central recuperar margen en la generación de divisas genuinas y esforzarnos por lograr una industria más eslabonada e integrada que no dependa tanto de piezas y partes importadas.
Para ello resulta importante recuperar al acceso al financiamiento voluntario en los mercados de capitales internacionales. Se han insinuado indicios favorables al respecto a fines de este año con la oferta para suscribir Bonar 24 por hasta
US$ 3 mil millones (más allá del resultado, que es una cuestión de precio y
timing de mercado). Cuidando los riesgos de un endeudamiento irresponsable, resulta clave avanzar en la normalización del frente externo para dar fluidez a la apertura de la cuenta capital desde niveles de deuda históricamente bajos para motorizar así la inversión en infraestructura y poder financiar importaciones de bienes de capital para crecer nuevamente.
Esto es necesario para procurar saltos de competitividad en los mercados externos y mayor productividad en el interior de nuestras empresas. Con ello lograremos morigerar las debilidades y amenazas del contexto global y potenciar nuestras oportunidades y fortalezas a partir de una visión estratégica sostenida en un optimismo práctico e inteligente que encare el futuro argentino sin miedos ni ingenuas perspectivas pretendidamente fundacionales. Comenzar de nuevo es lo viejo. Cambiar es no tirar todo por la borda una vez más. Es trabajar por “el fin de los ciclos”.

*Presidente del Banco Provincia.