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Arquímedes y el mercado

Arquímedes lo dijo. Néstor lo sufre. Basta saber qué botón apretar para que las fuerzas se desencadenen y alteren el equilibrio buscando afanosamente uno nuevo.

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Tristan Rodriguez Loredo |

Arquímedes lo dijo. Néstor lo sufre. Basta saber qué botón apretar para que las fuerzas se desencadenen y alteren el equilibrio buscando afanosamente uno nuevo. La caída en desgracia de las hipotecas de baja calidad de los EE.UU. fue el primer eslabón de una crisis que, una vez más, se importó con tanta facilidad como las aerovalijas desde Caracas. Mientras se desmenuzaba otra crisis cíclica financiera internacional, la pregunta que flotaba en las atribuladas mentes argentinas era por qué impactaba de lleno en una economía en supuesta expansión sin fin.
Las crisis asoman muchas veces como puntos de inflexión, a partir de los cuales se corrigen rumbos hasta entonces incuestionados. En este caso particular, pondrá a prueba la salud de la política económica en curso, justo en el mes en el que el mismo Presidente se encarga de anunciar a los cuatro vientos los últimos éxitos del plan iniciado por el ahora opositor Lavagna, continuado por la cesada Miceli y culminado por Peirano. En esta semana, el actual tándem de Economía hizo tres anuncios propios más de un auge que de una caída.

Auges. En primer lugar, dio a conocer que el desempleo, en su última medición, habría arrojado 8,5% y 9,8% sin considerar los planes (falta la confirmación del INDEC), acentuando la tendencia decreciente mostrada en las últimas oleadas. Fue la excusa para, finalmente, anunciar el cese de la emergencia laboral, retrotrayendo las indemnizaciones por despido a lo que indican los respectivos convenios colectivos de trabajo.
El otro tema fue la certificación de que la economía se había expandido 8% contra el año pasado, marcando una desaceleración con los últimos guarismos pero manteniendo un ritmo que, luego de 60 meses de expansión, roza el recalentamiento.
Finalmente, el anuncio del aumento a los jubilados (12,5% en promedio), que oportunamente impactará en los bolsillos pasivos el mes anterior a las elecciones, fue inmediatamente vinculado con el retraso de dichos haberes con respecto a la inflación pero también con el crecimiento electoralista del gasto público. En medio de estos anuncios triunfalistas, llegó el agua fría de los mercados financieros mundiales, casi sin pedir permiso.
Lo novedoso es el escenario diferente al habitual de los últimos cinco años en que se está transformando el entramado financiero mundial. Habituado a liquidez abundante, a tasas declinantes (aun con la subas impulsados por la FED en los últimos meses), el capital, siempre inquieto, buscó otros refugios. Activos reales (especialmente inmuebles), bonos públicos en países emergentes, acciones y fondos especulativos, concitaron la atención de los inversores world class.
Cuando los problemas en el mercado sub-prime de hipotecas en los EE.UU. fue una certeza, la corrida no se hizo esperar, moviendo el dominó de las distintas plazas mundiales.

Instinto. Entonces primó en el instinto básico de los inversores una orden de manual en épocas de turbulencias próximas: fly to quality, es decir abandonar aquel territorio inseguro y refugiarse al calor de lo conocido: euro, franco suizo, bonos de países AAA contra lo ensayado anteriormente. Mercado inmobiliario en jaque, rememorando lo que pasó con la burbuja puntocom en el 2000 y el riesgo país en los denominados “emergentes” en alza. La causa: el encarecimiento del crédito que amenaza las finanzas públicas “en desarrollo”.
El ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, no tardó en responder a la prensa: los problemas que enfrentan los mercados no constituyen “exactamente una crisis” pero que “no hay ninguna posibilidad de salir ileso de esas turbulencias”. Tanto el Bovespa como los bonos locales sufrieron el embate. Un poco más cauto, Miguel Peirano trató de calmar las aguas: “Hay que estar absolutamente tranquilos. Tenemos un superávit fiscal muy consolidado y la actividad económica es lo suficientemente sólida”, dijo.
En este contexto, es difícil prever el impacto final de algunas variables en la economía local. Colocar deuda al mix de tasas actuales con riesgo “emergente” sería más que imprudente. Los vaivenes del mercado transformaron la compra de Boden 2015 de Chávez en su último viaje. Si hasta ahora se miraba sólo el superávit primario, descontando que las amortizaciones de capital y hasta los intereses podían refinanciarse fácilmente, ahora la ecuación cambió y el fantasma del “Déficit 0” aparece en el horizonte.

Precios. Además de la obligatoria austeridad fiscal, la partida también se decidirá en las cotizaciones de los commodities, cuya bonanza ha sido el principal aliado del Gobierno. Dependerá de cómo afecte el parate norteamericano a la economía china y su impacto en la demanda de materias primas.
Mientras tanto, el equipo económico tiene tareas para el hogar: monitorear el mercado cambiario y monetario, seguir de cerca la inflación real y convencer al ala “política” que el No también existe. No hay nada más impopular que los precios desbocados y el retorno del dólar como un termómetro de una crisis. Y Cristina lo sabe.