Google es una herramienta insuficiente. Un ejemplo. El viaje de Kokoshkin, de Hans Joachim Schädlich, tiene como protagonista a Fiodor Kokoshkin, ciudadano americano de origen ruso que a los 95 años emprende un viaje por lugares de los que huyó por las dictaduras: de Odesa en los años 20, de Berlín y Praga en los 30 y nuevamente de Checoslovaquia en los 60. Schädlich, nacido en 1935 y ex ciudadano de Alemania Oriental, usa la vida de Kokoshkin para repasar la historia del siglo XX y evocar tragedias espantosas con un tono amable y distanciado. Ahora bien, este Kokoshkin dice ser hijo de Fedor Fedorovich Kokoshkin (1871-1918), ministro de Kerensky encarcelado por los bolcheviques y asesinado mientras lo atendían en un hospital. No logro encontrar en Google el camino que me permita averiguar si Fedor K. (que existió) tuvo un hijo que se dedicó a la botánica en los Estados Unidos y una viuda que vivió en París como sombrerera y fue amiga de los escritores exiliados Nina Berberova, Nikolai Jodasevich e Ivan Bunin. Supongo que lo más fácil sería preguntárselo a Schädlich, pero no lo conozco. Google debería averiguar si Schädlich contestó esa pregunta en una entrevista y decírmelo.
Ivan Bunin fue premio Nobel de literatura en 1933. Es uno de esos Nobel que el tiempo ha descolorido, que ya no se leen y a los que se les aplica la etiqueta de antiguos o fechados. Aunque después de leer Días malditos, su diario de la revolución, uno sospecha que la mala fama de Bunin obedece a que era un blanco, un contrarrevolucionario horrorizado frente al hambre, la miseria, la guerra y el terror comunista. Curiosamente, Kokoshkin (padre) aparece en el libro: Bunin lo critica por jugar al patriotismo en 1916 y no darse cuenta de que la guerra contra los alemanes sólo podía traer calamidades. Esa es en general la posición de Bunin, furioso ante los escritores arrullados por la música bolchevique. Su libro es una diatriba formidable, una bella imprecación apocalíptica: “En el momento de mayor desespero y extenuación moral, uno se descubre alimentando el secreto sueño de que por fin llegará el día de la venganza de todos y de todo, el día en que la humanidad entera maldecirá esos tiempos. ¡Pero todo será olvidado y hasta glorificado! (...) ¡Qué me importan esos tiempos futuros en los que ya no quedará ni el polvo en que se convertirán nuestros huesos! ‘El valor de estas notas será entonces inapreciable’, dicen. ¿Y eso qué? Dentro de cien años seguirá viva la misma bestia humana que cunde ahora por doquier.”
Cien años después de la maldición de Bunin, releo Literatura rusa, un muy buen libro de Laura Estrin, alguien que ama y conoce su tema. Estrin expone la continuidad entre los maestros del siglo XIX (Gogol, Chéjov, Tolstoi, Dostoievski) y los escritores revolucionarios (Bieli, Blok, Shklovski, Tsvietaieva, entre tantos), esos que Bunin criticaba por imbéciles y que terminaron asesinados y perseguidos por el régimen que apoyaron, pero que fueron fundamentales en la poesía, la narrativa y la teoría del siglo XX. Pero Bunin, quien no creía que apoyar la revolución fuera inevitable y cuya escritura tenía una fuerza impresionante, no figura en un libro que se llama Literatura rusa. Me gustaría preguntárselo a Estrin, pero tampoco la conozco y Google etcétera.