COLUMNISTAS
violencia en el futbol

Aunque sea, mientan con disimulo

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La vuelta oficial del fútbol doméstico trajo varias novedades y, a la vez, no trajo ninguna. No, al menos, de esas novedades que permitan soñar con algo aunque sea levemente menos malo que lo que venimos viviendo. Menos aún si una de esas novedades es que el último campeón ya no contará con un entrenador que se animó a probar con el buen juego asociado para empezar a salvar a su equipo del descenso y terminar convirtiéndolo en el mejor exponente del país.

De tal modo, a la misma hora que el Tata Martino debutaba en el Camp Nou con una goleada imponente, en Mendoza aparecía Pablo Migliore en el arco de Argentinos Juniors. Esto podría haber sido una buena noticia si no fuera que, en el medio, Caruso Lombardi dejó colgado del pincel a Matías Ibáñez, quien llegó a sacarse una foto con la camiseta del Bicho y que ahora deberá buscarse club. Nadie preguntó nada a Migliore sobre los famosos códigos del fútbol...

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Fue sólo una perlita menor cuya mención se justifica sólo porque el cruce entre Godoy Cruz y Argentinos significó la apertura del torneo.

Mucho antes de eso, empezamos a saber otras cosas que no por novedosas se convierten en promisorias.

Supimos, por ejemplo, de otro carrusel de irresponsabilidades con clubes pobres financiados por un Estado que no los controla, desesperados por contratar una infinidad de futbolistas, muchos de los cuales estarán en condiciones de desparramar sus presuntos talentos con el torneo bien avanzado.

Supimos, por ejemplo, que para el responsable de la pésima seguridad bonaerense la mejor forma de justificar su impericia para evitar la presencia de público visitante en la Copa Argentina fue calificarla como Copa de Leche. Sugiero fervorosamente a Casal no profundizar demasiado sobre la carrera de su jefe supremo. Habría mucho votante voluntarioso algo decepcionado.

En línea con estos asuntos del fútbol de las tribunas, se convirtió en una sentencia no escrita –ni legislada, ni discutida, ni nada– que el torneo comience no sólo sin el público visitante que podrá ir a una Copa en la que, por lo general, ambos equipos juegan en esa condición, sino solamente con socios de los equipos locales.

En otras palabras, quien cuernos sea que lo haya resuelto –recordemos que los llamados organismos de seguridad no representan la Argentina como una unidad territorial, sino que hay entidades regionales que podrían decidir algo diferente–, se excluye de los estadios a los visitantes y a los hinchas locales no afiliados; no así a los barras bravas quienes, como todo el fútbol bien sabe, en su enorme mayoría son, justamente, socios de los clubes. Socios que, por lo general, no pagan sus cuotas, ni gastan un centavo en adquirir entradas si eso fuese necesario.

El 2013 lleva una cifra inexacta de muertos vinculados con el fútbol. Pero andamos cerca de los diez. Quizás alguno más. Tal vez nos hayan escondido un par. Ninguno de estos casos tuvo como escenario la pelea entre barras de los equipos que se enfrentaban en la ocasión. Hubo muertos por choques con la policía –de Lanús en su viaje a La Plata– y muchos en batallas internas ligadas con un botín gigantesco que nadie desde la dirigencia se anima a admitir que exista. Es decir, los muchachos se matan a balazos y no le podemos poner rótulo al móvil de los asesinatos.

En todo caso, los organismos de seguridad han logrado, de un plumazo, reducir la ya menospreciada capacidad de ingresos de los clubes por la venta de entradas, impedir al hincha noble seguir a su equipo a todos lados y erradicar de las tribunas a todo aquel incapaz de pagar una cuota societaria. Lo que se dice una política bien popular, de inclusión. Muy del Fútbol para Todos. Mejor que eso, lo que sí han garantizado es poner en riesgo a todos los demás habilitados para ir a los estadios. Vayamos al último ejemplo: ninguno de los muchos delincuentes que llenaron de balas la previa del San Lorenzo-Boca que jamás se jugó tendría prohibido ir a la Bombonera cuando el equipo de Bianchi juegue ante Newell’s dentro de un par de semanas. Ni al guionista de los Monty Python se le hubiera ocurrido.

En medio de toda esta porquería, cómo olvidar que, hasta hace tres meses, la Televisión Pública nos explicaba hasta el hartazgo las bondades de AFA Plus, el sistema que permitirá la fiesta de la familia sin violentos... y sin fecha de arranque.

Ya no les pido que no se gasten nuestra guita en un par de relatores futbolísticamente disléxicos y en tecnologías cuyas bondades nadie puede explicar. Sólo les pido que la mentira venga con un poquito de disimulo.