Tres de nuestros habituales columnistas –los responsables del panorama internacional que se publica los domingos y un colaborador importante del suplemento Cultura y también del cuerpo principal del diario– sintieron la necesidad de dar respuestas a críticas o comentarios de lectores a sus trabajos y remitieron a este ombudsman sendos correos con pedido de publicación.
◆ Rafael Bielsa y Federico Mirré escribieron, en relación con comentarios negativos de Gustavo Díaz, publicados el domingo 26 de octubre: “El señor Díaz nos amonesta por haber escrito sobre el Sínodo-2014. Miente y se equivoca. Miente, porque siendo canciller sí asistí al réquiem de Juan Pablo II en el Vaticano: lea los diarios. Luego, se equivoca en cuanto a los límites jurisdiccionales dentro de los que podemos o no comentar. No sólo es facultativo, sino el deber de un ex ministro de Exteriores, Comercio Internacional y Culto, columnista además, dar su parecer sobre los asuntos mundiales, en particular los que se vinculan con los intereses de la Argentina. Esto abarca a la Iglesia Católica, de indiscutible repercusión aquí. Federico Mirré cree poder aclarar la duda del señor Díaz sobre su asistencia personal a la Santa Misa (el señor Díaz escribe frescamente ‘misa’), remitiendo a su paso por aulas maristas durante 11 años. Y sobre su ‘incumbencia’ en asuntos eclesiásticos: durante los años 1979-1981 estuvo en misión frente a la Santa Sede, como delegado ante la Mediación Papal”.
◆ El mismo día, el lector Claudio Sánchez destacó un error que observó en el recuadro con el que Omar Genovese se refirió a destacados escritores que no recibieron el Premio Nobel de Literatura. Allí se decía que uno de los no premiados fue Saul Bellow, cuando en verdad recibió el Nobel en 1976. Responde Genovese con un texto excesivamente extenso para este espacio, que reproduzco de manera parcial a sabiendas de que la mutilación es, tal vez, injusta: “Quiero agradecer a los lectores del diario por las observaciones a mi nota del pasado 19 de octubre, en el suplemento Cultura de PERFIL, bajo el título ‘Premios literarios. Los botines anhelados’. La inclusión en un recuadro a la misma de Saul Bellow entre aquellos negados al Premio Nobel de Literatura es mi pura responsabilidad y se debe a un error metodológico. El recurso que utilizo al escribir una nota incluye el desarrollo de cada uno de los párrafos, con el agregado de nombres, acotaciones, citas, cifras, referencias y algunas ideas para desarrollar. Estos rastros siempre quedan al final de la misma, son algo así como la borra del trabajo de editar la nota en sí. El recuadro en cuestión, al final del documento, incluía el nombre de Bellow entre tales elementos. Al pegar y borrar para componer el listado referido, es obvio que quedó entremezclado. En más de cuatro años colaborando en PERFIL, es la primera vez que ocurre y pido disculpas. Pero también aprovecho para aclarar por qué Bellow estaba citado y con qué fin, y esto demuestra que el error resulta ser una advertencia nada casual, tal vez reclamo de una adenda.
“En el cuerpo principal de la nota refiero a que Thomas Pynchon rechazó el National Book Award en 1973, que recibía junto a Isaac Bashevis Singer, y que esto no afectó su carrera literaria. Por otra parte, Singer recibiría también el Nobel de Literatura dos años después de que lo recibiera Saul Bellow, también ganador en varias oportunidades del National Book Award. Singer escribía en idish y Bellow fue uno de sus traductores al inglés. Ahora veamos cómo un premio de máximo prestigio sufre lo que puede pensarse como ‘la venganza de la cita literaria’, la forma por la que un escritor vindica a otro, y éste a otro, y en alguna parte de la cadena alimentaria intelectual aparece el premio, a pesar de que la mayoría de los que componen la trama nunca recibieron el mismo reconocimiento.
“En un artículo publicado en Letras Libres en 2001, José Emilio Pacheco señala que Bellow se convirtió ‘en la negación de la leyenda negra de los escritores norteamericanos: para ellos (se supone) no hay segundo acto, sólo un comienzo brillantísimo seguido por el descenso a la locura, la oscuridad, la muerte’. Porque Bellow era dueño de una persistencia vitalista envidiable, fue padre un año antes de publicar su última novela, cinco años antes de morir”.
Disculpas. La semana pasada prometí ocuparme hoy de una nota publicada en Política y titulada, a mi juicio, de manera poco feliz en la tapa. No cumplo porque el espacio no lo permite; pido perdón y anticipo que el comentario será incluido en la edición del domingo venidero.