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Aylan, o el poder de la imagen

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Esta semana, casi toda la atención de los seres sensibles de este mundo se detuvo en una imagen fotográfica de enorme valor documental, tan grande por lo emotivo como por su cualidad de denuncia descarnada, de despertador de conciencias adormecidas por una multiplicidad de factores absurdamente políticos. Ejemplos: xenofobia, racismo, fanatismo sin fronteras, economías nacionales, regionales o continentales con fronteras cerradas a la inmigración de miserables sin nada que perder, nacionalismos inmunes a los dramas de enormes porciones de la población mundial. En torno a la fotografía del pequeño Aylan se generaron dos debates aún en desarrollo: uno, mayor, acerca del qué hacer para mitigar el horror padecido por las víctimas de esa absurda guerra interior que destroza Siria por la brutalidad de su gobierno y del islamismo extremo y genocida. El otro, en torno a la fotografía misma, a su publicación en casi todos los medios masivos y su réplica en incontables portales de noticias, canales  de televisión y redes sociales.     

La intención de este ombudsman es asimilar el primero y sufrirlo, pero enfatizar acerca del segundo: la foto y el masivo impacto que produce su publicación. 

Aclaración previa: estoy convencido de que documentos fotográficos como la serie de imágenes de Aylan deben ser publicados. Es tan fuerte su valor conceptual que no necesitan siquiera aclaraciones: con esas tomas, la tragedia que viven los obligados emigrantes de la región (y, en general, el drama de todos los emigrantes expulsados por la guerra, el hambre, la intolerancia) obtuvo rápidamente el reconocimiento de millones de personas que ignoraban o querían ignorar esa realidad; y los gobernantes de países que podrían paliar sus situaciones, ofrecerles cobijo, aceptarlos como miembros plenos de la especie humana, tuvieron que abandonar su mirada evasiva y hacerse cargo –al menos en las palabras aunque en pocos hechos– del problema.

Por cierto, una fotografía oportuna y simbólica tiene el poder de conmover, y es por eso que debe ser publicada siempre que no afecte la intimidad de su protagonista. No es igual este caso al de la imagen impúdicamente exhibida de una modelo anoréxica, un hombre moribundo en su lecho, un famoso estragado por la enfermedad. La foto de Aylan muestra un momento histórico y lo hace de manera tan dramática como las de la niña desnuda corriendo en un polvoriento sendero de Vietnam, el joven parado frente a los tanques en Tiananmen, las humeantes Torres Gemelas de Nueva York, los republicanos amontonados en la frontera con Francia en su huida de la ferocidad franquista, el miliciano baleado en la Guerra Civil Española y tantas otras. 

Revisando archivo, encontré una nota muy interesante del diario catalán El Periódico. Se titula “Las 11 fotos que deberían haber evitado la muerte de Aylan” e incluye, sí, 11 imágenes tomadas en distintos momentos de los pasados 15 años. Intentaré describirlas: 
◆La primera, tomada en septiembre de 2000,  fue premiada con el Pulitzer y muestra una pareja tomando sol, muy relajada, en la playa mediterránea de Tarifa; a diez metros, el cuerpo sin vida, solitario sobre la arena, de un migrante cuya “patera” se hundió cerca de Gibraltar (ver foto).
◆ Las tres siguientes (2004, 2007 y 2014) refieren distintas situaciones dramáticas (rescate nocturno de subsaharianos semiahogados; golfistas despreocupados en Melilla mientras decenas de migrantes trepan a los alambrados que los contienen; ayuda humanitaria individual.
◆Las restantes fueron tomadas, mayoritariamente, en la Siria ardiente de los últimos cinco años, con hombres y mujeres y niños y paisajes azotados por la absurda guerra interior. 

Todas esas fotos fueron publicadas. Casi todas fueron premiadas por su valor documental, en especial con el World Press Photo. Ninguna sirvió, en verdad, para sensibilizar a quienes tienen –en todo el mundo, no sólo en Europa– la obligación solidaria de hacer algo por esas víctimas e incorporarlas a sus países como refugiados. 
La semana que pasó, el tema de la foto de Aylan fue objeto de fuertes, intensos y enriquecedores debates en todos los medios serios del mundo. Que ello haya ocurrido eleva el valor del periodismo y debe ser considerado un paso adelante en la búsqueda de su buen ejercicio. 
El cerebro es sesenta veces más rápido al procesar fotografía que texto; se probó que incluir fotos en tuits favorece en 89% las probabilidades de ser marcado como favorito; en Facebook, el 87% de todas las interacciones (clics, compartir, comentarios, likes) tiene como principal protagonista la imagen. Cifras como aplanadoras. 
El poder de la imagen en este mundo hipercomunicado es enorme. La toma sobre Aylan lo demuestra. El asunto es si servirá para cambiar el fondo de las cosas.