Contra todo pronóstico, parece, empezó enero. Yo ya pensé que este año no iba a ser posible. Los cajeros automáticos sin billetes, las verdulerías sin melones. A los enfrentamientos de las últimas semanas se les sumó el clásico navideño: el corte de luz. Las esquinas menos pensadas (la mía) fueron tomadas por vecinos salvajizados para quemar basura y golpear cacerolas, todos gestos formales prestados de otras crisis.
Y de pronto, se hizo el lunes, fue enero, y todo volvió a su lugar. ¿Dónde está el truco? La semana era el fin del mundo. Ahora las noticias se marplatizan. Luis Vitete compuso una canción. Vitete, el presunto Hombre de Traje Gris, el héroe del robo al Banco Río de Acassuso. La verdad es que nada se entiende demasiado. Las circunstancias en las que fue apresado son raras. Que aún no hayan comparado sus huellas con las del vidrio es raro. La letra de la canción es rara. La música es bastante rara. Todo el desmadre reviste un asunto estético muy fuerte, y es que –al carecer de modelo previo– ni siquiera se podría llamar “parodia”. Vitete compuso la modesta canción tocado de varios tributos, licuadora de Arjonas y Sabinas.
El caso me recuerda a otro preso reciente muy famoso, pero italiano. Se trata del fotógrafo Fabrizio Corona. Fue condenado a dos años de cárcel por delito de chantaje. Parece que sacaba fotos comprometedoras a personalidades y famosos, y luego cobrara por no publicarlas. Defendiendo siempre su inocencia y la naturaleza chismográfica de su trabajo, Corona encontró también un rebusque muy creativo. Diseña remeras desde el presidio. Se venden en las tiendas más selectas de Italia como rarezas de la moda.
Eso es lo que más me gusta de Italia. Que se entiende todo no bien uno pone pie en tierra.