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SINGULARIDAD ITALIANA

Berlusconi, fenomenal

Desde muchos puntos de vista, Silvio Berlusconi es fenomenal: es decir, excepcional. Y lo sabe. En las democracias occidentales nunca ha existido un hombre de negocios que haya logrado conquistar y mantener por un período tan largo el poder político del gobierno.

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Desde muchos puntos de vista, Silvio Berlusconi es fenomenal: es decir, excepcional. Y lo sabe. En las democracias occidentales nunca ha existido un hombre de negocios que haya logrado conquistar y mantener por un período tan largo el poder político del gobierno. El millonario canadiense-polaco Stanislaw Tyminski perdió las elecciones presidenciales contra el sindicalista Lech Walesa. En Estados Unidos, Ross Perot nunca ganó. Desde que ingresó a la política, en 1993, Berlusconi se impuso en las elecciones de ese año, en 2001 y en 2008, esta última vez de manera muy amplia, y ha perdido dos: en 1996, porque no le fue posible aliarse con la Liga del Norte, y en 2006, apenas por un puñado de votos. Ahora, no sólo quiere conseguir el récord de primer presidente del Consejo italiano que dura en el cargo toda una legislatura. Quiere convertirse, inmediatamente después, en presidente de la República, coronando su estrepitosa carrera política. Mientras sus adversarios vienen y van (en este tiempo el centroizquierda ha tenido seis líderes partidarios y cinco candidatos a jefe de Gobierno), él domina la política nacional y, naturalmente, la de su partido. En las elecciones europeas, a causa de dos escándalos –la condena de un abogado inglés acusado de haber recibido dinero suyo para mentir y la inexplicable visita a una jovencita que cumplía 18 años–, los electores de su partido, Pueblo de la Libertad, le han quitado votos, aunque de todos modos obtuvo muchos más que la oposición. En las elecciones provinciales y comunales, en cambio, el éxito de sus candidatos y del partido de gobierno ha sido muy grande. Es probable que, cuando en 2010 se vote en las regiones, Berlusconi logrará una clara mayoría.

Su éxito está hecho de elementos personales y de elementos que hacen a la política y a la sociedad italianas. Berlusconi es un empresario que tuvo mucho éxito, primero en la construcción y luego en el sector televisivo. Es el propietario de un exitoso equipo de fútbol, el Milan. Amasó una fortuna, al punto que es el décimo octavo hombre más rico del mundo. En el imaginario colectivo de los italianos es, para muchos –obviamente, no para todos–, un mito. Después ha sabido usar su mito tanto solicitando el apoyo de millones de los pequeños empresarios italianos que quieren menos Estado, menos impuestos, menos regulaciones, como usando sus canales de televisión como instrumento de ese consenso. Al respecto, es necesario subrayar dos elementos. Primero, Berlusconi es efectivamente un gran comunicador. Sabe elegir los tiempos y modos de la comunicación, no sólo televisiva, mientras sus competidores son más trabados y menos capaces, tal vez incluso porque critican a la televisión y nunca comprendieron su modo de funcionar. Segundo, Berlusconi ha ofrecido a millones de operadores económicos la posibilidad de publicitar sus actividades gracias a sus canales. La nota doliente surge cuando se mira a la política y la sociedad italianas.

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Berlusconi ha sabido, deliberadamente, aprovechar los humores de los italianos contra los partidos, contra la política, contra el Estado (o contra su burocracia). Más en general, la antipolítica ha sido siempre un sentimiento difundido en Italia, apenas enmascarada tras el choque entre democristianos y comunistas, pero los italianos nunca apreciaron a quien vive sólo de la política. La sociedad italiana es muy fragmentada, detallista, egoísta, obviamente con un cierto número de excepciones, dispuesta hasta a tolerar un poco, quizá demasiado, de corrupción. Berlusconi ofrece con su figura una posibilidad de recomposición y sugiere con sus declaraciones que, en suma, un poco de corrupción es algo fisiológico. En definitiva, Berlusconi representa a una parte notable de la sociedad italiana del norte y del sur. Los escándalos no afectan jamás a sus electores, que los atribuyen a un complot de la izquierda apoyada por la prensa internacional. Pero todos estos elementos no serían suficientes para explicar su larga duración en el cargo y su poder político. Berlusconi es un gran trabajador. Ha creado un partido, Forza Italiana, y lo ha hecho más grande al fusionarse con Alianza Nacional. Participa de un número inmenso de reuniones y actividades para motivar a sus seguidores. La estructura organizativa de su política es de tipo nacional. Frente a una oposición vieja y fragmentada, liderada por dirigentes poco capaces, aunque gobierna de forma muy mediocre, Berlusconi surge para más de la mitad de los italianos como la mejor elección, o la menos mala.


*Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Bolonia y del Máster en Relaciones Internacionales en Buenos Aires.