COLUMNISTAS
china vs ee.uu.

Bienvenidos a la Guerra Tibia

imagen default
| Cedoc

El 22 de febrero de 1946, el encargado de negocios de Estados Unidos en Moscú, George F. Kennan, envió un “largo telegrama“ a Washington en donde advertía el peligro de la expansión del sistema soviético en el mundo y sugería iniciar una política de contención.  

El 12 de marzo de 1947, el presidente Truman enunció su doctrina ante el Congreso, que se resumía en tres ejes: el reconocimiento de un régimen totalitario como contracara del modelo democrático liberal; la evidencia de que los acuerdos de posguerra se habían desmantelado; la ayuda a Grecia y Turquía como inicio de las intervenciones.

Esta situación derivó en una estrategia de instalación del despliegue norteamericano en el mundo a través de dos elementos centrales que Paul Kennedy describe en Auge y caída de las grandes potencias: el desarrollo económico y el poder militar.  

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Por un lado,  el Programa de Recuperación Europea, conocido como Plan Marshall, que se instrumentó a través de la Foreign Assistance Act del presidente Truman en abril de 1948. Esto incentivó la creación de la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE). Por otro lado, se constituye la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) el 4 de abril de 1949, formado por diez Estados europeos más EE.UU. y Canadá.

A su vez, la URSS creó la Oficina de Información de los Partidos Comunistas o Kominform. El objetivo estaba colocado en fortalecer a los países de la esfera soviética para poder generar un desarrollo económico en ellos. Esto se profundiza en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) en 1949. Como contrapeso de la OTAN, se crea el Pacto de Varsovia.  

Ambas dinámicas económico-militares estuvieron atravesadas por la consumación de la mayor irracionalidad instrumental histórica de la humanidad, que podía llevar a la desaparición voluntaria de la especie humana por acción de sí misma: la bomba atómica.          

¿Qué caracterizó a esta Guerra Fría que no está presente en el nuevo enfrentamiento entre EE.UU. y China?; y sí se observa en esta Guerra Tibia, concepto que utilizó Zinoviev en 1991 para referirse a otro contexto post soviético.

En primer lugar, no se presentan dos paradigmas de dominio hegemónico-discursivo sobre una parte del mundo.

En segundo lugar, no existen dos modelos económicos dominantes enfrentados de manera antitética. El Partido Comunista Chino gobierna su país y las áreas de influencia a través de la dinámica capitalista de matriz anglonorteamericana.

En tercer lugar, no hay áreas de influencia delimitadas geográficamente, sino que se convive en competencia en todos los espacios en donde puedan extender su influencia.

En cuarto lugar, se acepta mutuamente esta influencia dentro de las reglas del sistema liberal internacional como la OMC y los organismos como el FMI, el BID y el Banco Mundial.

En quinto lugar, no existe un mundo bipolar, sino un sistema multipolar con una preponderancia relativa de dos potencias: una potencia con signos de debilitamiento frente a otra desafiante.  

En sexto lugar, no hay por el momento un elemento militar como eje central del enfrentamiento como amenaza de fuerza letal. Estas disputas se libran en el ciberespacio, la tecnología satelital, la carrera científica, el dominio financiero y el acompañamiento a la instalación de capitales de ambos países.

Por eso, estas características no generan un mundo paralizado bipolar, sino que dejan un enfrentamiento latente en todas las esferas descriptas, que de activarse y “recalentarse” producirían un daño sistémico inconmensurable en cada uno de los niveles del funcionamiento del sistema internacional.

Estemos atentos, la Guerra Fría se bloqueaba a sí misma, la Guerra Tibia se potencia de manera recíproca y se independiza de los actores que la gobiernan.

*Politólogo y doctor en Ciencias Sociales. Profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires.