Está claro que la gran electora de cara a las ejecutivas de octubre es Cristina Kirchner. Posee 50% de imagen positiva y si fuera candidata superaría cómodamente el 40% de los votos, ganando en primera vuelta. No sólo los oficialistas conocen la sostenida popularidad de Cristina en el tramo final de su segundo gobierno, en especial lo saben los opositores, sean éstos corporativos, políticos, mediáticos o judiciales.
Así lo demuestra la virulenta oposición de un sector de la UIA expresada por su vocero, el diputado del Frente Renovador, el opositor señor Vasco De Mendiguren, a los acuerdos con China que, según el contumaz devaluador harían “peligrar el trabajo argentino”. Paradojas de la opo, se trata del mismo “trabajo argentino” para cuya generación sus “representados” no invierten un centavo desde hace un lustro, por lo que el sostenimiento del empleo en el país recae exclusivamente sobre la inversión estatal.
No conformes con la embestida de un sector del empresariado, tras la operación Nisman –cuyos fundamentos jurídicos ya fueron rechazados por el juez Rafecas–, el partido judicial tomó la vanguardia de la estrategia de desgaste al gobierno nacional en general y a la imagen de la Presidenta en particular, logrando que el nivel de polarización de la opinión pública fuera el más intenso desde el observado en el año 2009, en medio de la crisis de la Resolución 125.
Al respecto, en el estudio nacional de consultora Equis realizado en la tercera semana de febrero, que replica uno similar realizado en noviembre, la pregunta por evaluación de la gestión del gobierno nacional se realiza en una escala simple que va de 1 a 10, siendo 10 la mejor evaluación y 1 la peor.
Se comparan las evaluaciones de la gestión de los dos gobiernos de Cristina, desagregados en los tramos que van desde el año 2007 a 2011 y el lapso comprendido entre octubre del año 2011 hasta el momento actual, evaluaciones tal cual son observadas hoy.
Como se ve en el cuadro, la diferencia entre ambas calificaciones en promedio no es significativa, apenas 89 centésimas de diferencia, siendo la evaluación del período 2007/2011 de 5,96 y la del tramo 2011/2015, de 5,07.
Sin embargo, cuando se analiza la distribución interna de las preferencias de esa serie de evaluación de gestión comparada, se observa que el nivel de concentración de las preferencias recogidas en el año 2015 es el más alto registrado desde el año 2003.
Para llegar a esta conclusión, se analiza la moda, el número que más se repite en la serie de evaluación, y se observa que, si en el período 2007/2011 la moda era de 7, en la serie de evaluación correspondiente al lapso comprendido entre los años 2011 y 2015 es de 1.
Esto implica que los entrevistados que se oponen al gobierno nacional tienen una evaluación de su gestión totalmente negativa pero, a contrario sensu, aquellos que respaldan al gobierno del FpV evalúan en forma absolutamente positiva la gestión, y lo hacen de manera tan contundente que, a pesar de la evaluación muy negativa del resto (moda 1), el promedio de la serie 2011/2015 es similar al observado para el período de gestión 2007/2011.
Es pertinente afirmar, entonces, que el nivel de preferencias promedio ha disminuido apenas el 17,7% en la evaluación comparativa de los tramos 2007/2011 vs. 2011/ 2015; sin embargo, la modalidad de distribución de la serie ha mutado de manera dramática desde una distribución de preferencias relativamente homogénea con moda 7 para el lapso 2007/2011 a una serie distribuida de manera sumamente heterogénea y muy polarizada con moda 1, para el lapso comprendido entre los años 2011 y 2015.
Está planteada, entonces, ahora mismo y de hecho, una polarización absoluta de preferencias en la evaluación de la gestión de gobierno y es esta polarización extrema la que da sustento al 5,07 de evaluación positiva de los años 2011/2015 a pesar de la moda 1 y sostiene también el 45% de imagen positiva actual de la Presidenta observado en el mismo estudio y replicado en diversos estudios de opinión, aun los de consultoras opositoras.
Las indicaciones que surgen de esta constatación empírica son evidentes y dan sustento a nuestra hipótesis expresada en estas mismas columnas acerca de la necesidad de polarizar como estrategia electoral adecuada para el FpV.
Esta estrategia de polarización supone la elección de un candidato que se haga cargo de la tensión existente en la opinión pública y manifieste absoluta identificación y lealtad a la figura de la Presidenta, la verdadera “dueña” de los votos oficialistas y la única capaz de dar impulso exitoso al candidato.
*Director de Consultora Equis.