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Bodas

En Kuwait, en una ciudad llamada Jahrah, se incendió una carpa y murió un montón de gente. Sobre todo mujeres y chicos. Había un casamiento y como los asistentes eran musulmanes, los hombres estaban en una carpa y las mujeres y los chicos en otra. No es para tanto, sin embargo. Hombres y mujeres pueden saludarse y hasta darse la mano y hubo una época en la que las mujeres tenían derecho al voto.

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En Kuwait, en una ciudad llamada Jahrah, se incendió una carpa y murió un montón de gente. Sobre todo mujeres y chicos. Había un casamiento y como los asistentes eran musulmanes, los hombres estaban en una carpa y las mujeres y los chicos en otra. No es para tanto, sin embargo. Hombres y mujeres pueden saludarse y hasta darse la mano y hubo una época en la que las mujeres tenían derecho al voto. Bueno, a Kuwait le pasó de todo desde el 600 antes de Cristo hasta hoy: fue griega, romana, árabe y hasta inglesa e iraquí. Actualmente es independiente y si bien fue rica gracias a las perlas, eso sucedió hace mucho tiempo. Ahora es rica gracias al petróleo que no es tan romántico pero sí lo suficientemente caro y necesario.
No sé cómo son las bodas en Kuwait. La noticia en el diario habla solamente de las velas y el incienso como responsables del fuego, pero no de la ceremonia. De todos modos creo que no hace falta un gran ejercicio de la imaginación para soñar que nos han invitado, que estamos en la carpa correspondiente y que comemos machboos y tomamos, no, champagne no: té. Y que todo huele a incienso y que hace un calor de la gran siete. Y que nada se incendia, por favor.
Tengo, eso sí, una leve idea de cómo son las bodas en otros lugares de este mundo. Algunos, no en todos. Allá en la lejana Buenos Aires deben ser como acá en este Rosario. Y como en Lima por ejemplo, o San Juan, en Brasil tal vez no con toda Africa danzando vestida de blanco junto al mar, pero sí tal vez en Guayaquil o Cali o Venado Tuerto y aun como en Casablanca (¿en Casablanca? Eso, vaya a saber. Yo de Casablanca me acuerdo de “Este es el comienzo de una bella amistad”) o en París o en Sevilla. Y en Japón porque lo hemos visto en muchas películas y es impresionante con todas esas caras blancas y talantes hieráticos y abanicos y nada de arroz para tirar a la salida porque el arroz es para comerlo.
Lo que sí sé es lo que ya sabemos, es decir que eso de casarse es cosa seria, venga como venga la ceremonia. Se supone que esas dos personas (mujer y hombre o dos mujeres o dos hombres, a mí que no me vengan con prejuicios) van a vivir juntas el resto de sus vidas, les guste o no les guste. Si no les gusta, ya verán lo que hacen (divorcio, huida, asesinato, etc.). Si les gusta, aleluya, tendrán momentos felices, más o menos, desdichados, espantosos, celestiales, pero seguirán prefiriendo vivir juntos a vivir lejos uno del otro. Estupendo. Y a veces impresionante como la mujer que se suicidó cuando le mataron al marido en un asalto.
En la ceremonia le hablan a una de respeto, de entrega, de amor y demás. Por suerte algunos detalles hemos aprendido y ya no se le dice a la mina que debe obedecer ciegamente al patrón, aunque muchos se la creen y entonces hay que empezar a pelear o en último caso a escribir letras de tango.
Ahora: ¿qué pasa con la poligamia? Imagino que un tipo que tiene siete esposas (ahí no hemos aprendido nada) no se casa con gran ceremonia las siete veces. O sí. O no y la única que vale es la primera. Lamento decir que me faltan datos en ese terreno: debe ser porque la situación no sólo no me parece ideal, sino que ni siquiera la considero aceptable.
Sea como fuere, ceremonia o no, destino o futuro o no, siempre se corre el riesgo de que a una se le queme la carpa, en sentido literal o figurado. Todo esto es un pequeñísimo homenaje a las muertas de Jahrah y como tributo a los espíritus de mis tías que se casaron todas con grandes y pomposas ceremonias y a algunas de las cuales efectivamente se les quemó la carpa. A otras no, por suerte.