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Bosta de camello fresca

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Desatento como soy a los desvaríos peronistas, se me habían escapado unas declinaciones mitológicas que una amiga (hija de peronista bonaerense de la primera hora) me hizo notar: Papá Noel es cipayo y los Reyes Magos son nacionales y populares. Una simple busca en internet (“Papá Noel cipayo”) validó los dichos de mi amiga.

Entiendo que San Nicolás (cuya tumba visité, hace unos años, en los remotos confines de Turquía, cerca de donde el obispo ejerció su magisterio con los niños), y su posterior transformación en Papá Noel, a través de Santa Claus, agreda la sensibilidad cristiana (cuando yo era chico, los regalos me los traía el Niño Dios), pero no tanto por qué el peronismo (que supo quemar iglesias) tomó el mismo partido. Mucho menos por qué unos reyes orientales (que originalmente no fueron ni reyes, ni tres, ni magos, sino sabios zoroastristas educados en Persia) gozan de la simpatía irrenunciable de los militantes de todas las épocas.

El núcleo de esa mitología sostiene que el Medio Oriente es exterior al capitalismo y resiste al Imperio que hizo colonia en las hoy monarquías y repúblicas musulmanas. Sus golpes, entonces, no son sino una defensa contra la avaricia y el racismo del capitalismo global. Por eso, el asesinato de los dibujantes del semanario Charlie Hebdo (del cual fue un asiduo colaborador Copi, en su momento) suscitó entre nosotros obscenas matizaciones: Bueno, sí, no está bien, pero... (como si el hecho de que Francia haya sido alguna vez una potencia colonial justificara el asesinato de sus intelectuales de izquierda).

Un amigo del barrio al que siempre envidié, un enero de 1965, me mostró en una cajita la “bosta de camello” fresca que le habían dejado en el patio de su casa, como reliquia invalorable de la presencia mágica de esos tres afiebrados orientales. Creo que de los regalos ni siquiera hablamos, conmovidos como estábamos ante el índice de una presencia exterior.