Hay algo más veloz y contundente que los tuits, los trolls o los snap en Snapchat. Más incluso que el humor ácido de Tinelli. Más demoledor es el concurso de índices económicos que persisten en rodar cuesta abajo con una sociedad que empieza a movilizarse molesta y el paso apresurado del tiempo hacia las elecciones de medio término.
Consciente de la situación, a partir de mañana el Gobierno sumará el viejo y confiable recurso de la billetera a su estratégica, eficaz y revolucionaria política de comunicación digital microsegmentada. Buscará ganar tiempo y comprará clima político para avanzar, si lo dejan, con reformas estratégicas. Nuevamente utilizará la caja del Tesoro, como lo hizo para hacer pasar la ley antidespidos o el blanqueo, en nuevos capítulos con las envalentonadas centrales gremiales.
Aunque esta semana probablemente le lleguen al Gobierno nuevas buenas noticias judiciales sobre la crisis del tarifazo, la retranca de las tarifas no contribuyó a mejorar el ánimo social, más dominado ya por la economía real.
La caída en junio de 6,4% de la actividad industrial en un año y la del 19,6% de la construcción son datos contundentes de que algo falla en la estrategia oficial. Además de las promesas de inversiones, lo único que puede mostrar índices de recuperación es el campo. No sorprendieron ayer los vítores a Mauricio Macri, quien ratificó que el crecimiento económico “empezará por ahí”. El presidente de la Sociedad Rural agradeció (y Macri fue ovacionado) el levantamiento del cepo cambiario y la eliminación de retenciones. Crecieron las exportaciones del complejo agroindustrial y en los pueblos crece el consumo.
¿Alcanzará? ¿El interior productivo bonaerense que ayer se expresó enfervorizado con la gobernadora María Eugenia Vidal será indicador de los respaldos que busca Cambiemos para lograr mayorías en el Congreso el año próximo? Difícilmente.
Percepciones. Hasta ahora, el Gobierno actuaba recostado en la convicción de que el malhumor social estaba sesgado por la ideología. Registraba estudios como el de Isonomía que ilustra esta nota. Se aprecia que los votantes originales de PRO/Cambiemos creen que el año próximo la inflación será de 19,2%. En cambio, quienes se sumaron a Macri en el ballottage tienen una expectativa mayor, del 22,2%. Entre ambos suman el 49% del electorado. Los que votaron otras opciones, pero que ahora no están en la “resistencia” al Gobierno tienen la percepción de que la inflación será aún más alta, del 31,9%; pero los que de ninguna forma votarían a la coalición oficial perciben que la inflación de acá a mediados de 2017 será del 54,6%. Estos datos reafirman la volatilidad de la identidad de las cacerolas, instrumento de agitación del campo y la clase media asustada desde el 2008, hasta pasar a ser el símbolo de la clase media agobiada y agitada por el tarifazo de luz y gas del mes pasado, y ahora culminar como emblema de la resistencia desde la olla popular del youtuber retrokirchnerista Guillermo Moreno.
Pero el parate económico relevado por el Indec y el juego del “yo señor, no señor” de los responsables de aumentos de los alimentos empieza a ser peligroso y a dominar la paciencia social.
Ese cuadro de situación no le deja mucho margen de maniobras al Gobierno. Como se anticipa en esta edición, durante la semana se presentará un plan de ocho pilares destinados a un “relanzamiento productivo”.
Sin poder aún mostrar datos concretos de la recuperación, a siete meses de gestión, Cambiemos intentará mostrar una hoja de ruta y hacer notar medidas que ha tomado y que están a disposición de empresas y pymes. Ese plan, que coordinan en el vicejefe de Gabinete Mario Quintana y el ministro de la Producción, Francisco Cabrera, será presentado como un plan de desarrollo estratégico y la creación de empleo.
Como dato adicional, Quintana anticipó que se plantará la idea de que este modelo pretende, a diferencia de gestiones anteriores, a la creación de empleos y a la defensa de los salarios elevados. O mejor dicho, sin apelar a una reducción de los salarios actuales por la vía de la devaluación.
No es una salida fácil para los empresarios que necesitan competir con exportaciones, y para quienes el nivel del tipo de cambio no permite cubrir los costos.
Mañana también se conocerá un dato estadístico relevante. Se trata del índice del Instituto Estadístico de los Trabajadores, donde ratificarán que en los últimos dos meses hubo una mejora del salario real respecto de abril, pero que en términos interanuales los precios se habrían disparado más de 40% para los asalariados en relación de dependencia. Son esos mismos los que tienen los salarios más elevados de la economía. Aseguran los economistas del instituto que la brecha entre los segmentos de mayores ingresos dentro de los asalariados formales y los de menores ingresos puede escalar al 10%. Y que año a año, para los de menores ingresos la pérdida de poder adquisitivo es casi de la mitad del salario.
Si el Estado se propuso ser él quien tirara la primera piedra de la reactivación por la vía de la nueva institucionalidad, del orden y de la “verdad”, pareciera que los caminos simbólicos necesitan tractores materiales que pongan en marcha la rueda productiva.