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Caer en el agujero del conejo

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Red. Las mentiras que circulan empoderan al profesional de los medios. | shutterstock

Macri renuncia antes de fin de año. Mañana no habrá dólares en los bancos. Peligran tus ahorros. Se viene un nuevo corralito. Crecen los saqueos en el interior. Máximo Kirchner gana 500 mil pesos por mes. Cristina no era abogada. Todos estos son titulares que en las últimas semanas se viralizaron muy rápido en las redes y que, en algunos casos, alcanzaron el estatus de trending topic sin demasiado esfuerzo. ¿Noticias? ¿Primicias? Nada de eso… bienvenidos a la dimensión de la posverdad.
Al contrario de lo que el lector puede imaginar, el promocionado neologismo de la “posverdad” no implica una realidad mejor explicada o ampliada, sino todo lo contrario: su expresión más concreta (las fake news, o noticias falsas) es el eufemismo más actual de un milenario hábito: la mentira. Un ejercicio que claramente no es nuevo. Pero lo que nos asombra hoy es la voluminosa legión de usuarios que, con algunos conocimientos básicos de Photoshop, son capaces de crear y expresar su ideario militante o simplemente su deseo de aportar algo más a la confusión general.
Desde su creación, a fines del siglo XX, lo digital siempre sedujo a los usuarios mediante la trampa de la virtualidad: esa idea de que aquello que sucede en internet posee una densidad moral menor y que cualquier exceso puede sublimarse mediante el caluroso resguardo de la pantalla. Lo brutal nos parecía menos real si era reflejado en los brillantes pixeles del monitor.
Pero la historia comenzó a enseñarnos otras cosas, cuando se produjeron algunos nuevos acontecimientos: se lograron los primeros matrimonios de personas unidas por la web y, a la par, parejas infieles eran descubiertas por sus mensajes de texto y desencadenaban divorcios. De repente, la virtualidad no solamente era real sino que tenía consecuencias concretas.
Comercio, amor, educación, religión. Lo digital avanzó para canalizar múltiples aspectos cotidianos. Gamificación. Avatares. Sexting. Identidades múltiples. Política 3.0, géneros híbridos. El agujero del conejo se hizo más profundo y la frontera entre lo virtual y lo concreto volvió a ser difusa. La tormenta perfecta para el triunfo de la no-noticia.
Ante este nuevo fenómeno, los líderes de las plataformas más asociadas a la noticia (como Facebook y Twitter) están preocupados. Pero los editores de los medios “tradicionales” se frotan las manos con expectación. Porque lejos de ser un problema, la posverdad y sus peripecias ofrecen al oficio del periodista una segunda oportunidad: si se creía que internet y las redes inauguraban el “imperio del usuario”, la descontrolada algarabía de mentiras disfrazadas de primicias resignifica y empodera nuevamente al profesional de los medios: nunca fue tan necesario el periodismo como ahora. Eso sí: el bueno. El que es responsable y profesional. El que se aleja del panelismo y no es desestabilizador.
No es una nueva grieta, sino todo lo contrario. Es un salto de calidad, al entender el real aporte que ofrecen las redes en el ejercicio de la información, y la nueva asociación entre periodismo y tecnología. Y este partnership ya tiene nombre: blockchain, el movimiento digital que ya amenaza con transformarse en el estándar de todos los intercambios en internet, incluso de la circulación y comercio de información.
Mientras tanto, y durante un tiempo más, tendremos que aguzar el ingenio y ejercer la mirada crítica y responsable sobre lo que observemos, pensemos y juzguemos. Aun con el riesgo de caer bajo el influjo seductor de las fake news. Porque, como decía Alicia, en el país de las maravillas a veces “la imaginación es la única arma en la guerra contra la realidad”.

*Decano, Universidad del Salvador.