COLUMNISTAS
CFK, RANDAZZO y CAMBIEMOS

Cambalache bonaerense

El desconcierto no es sólo patrimonio del peronismo. Danza de nombres de Macri-Vidal. Qué pasó con Ricardo Alfonsín.

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VIDRIERA IRRESPETUOSA Enrique Santos Discépolo | Pablo Temes

La imagen remite a ciertas aves carroñeras que hurgan en restos animales, a letrados que se infiltran en hospitales para obtener un juicio de un desconocido a punto de partir o a familiares que se reparten enojosamente prendas y vajillas incompletas de un muerto que, en vida, ya había liquidado las joyas de la abuela. Es lo que uno ve en el peronismo bonaerense, alma y corazón de la herencia del General, con atrevidos de la política que se quedan con el escudo unos, otros con la divisa, negocian para compartir fotografías de los finados y nadie sabe, hasta ahora, a quién le corresponde cantar la marcha que inmortalizó Hugo del Carril para emoción de multitudes. Un bochorno a cargo, entre otros, de una señora que habla mucho, Cristina, y de un señor que todavía no se sabe si habla, Randazzo.

Dudas para todos. El mismo desconcierto del otro lado, del oficialismo macrista, sector que aún no descubrió con quién asistir a la boda electoral de octubre; les da lo mismo como consorte Sampaoli o Bilardo, Primo Carnera o Napoleón, según retrata el Cambalache de Discépolo. Desconcierto en Cambiemos con las candidaturas, al menos para el primer lugar del Senado o Diputados en la Provincia. Como faltan varios días, aun cualquier ómnibus puede llevar a destino. Reina el azar, son mochileros de Ruta 66. Ya que, en el inicio, parecía imponerse un consejo de Duran Barba: replicar la experiencia Vidal, una bisoña desconocida que en la Provincia derrotó a duchos y veteranos escasamente recomendables. 

Posibilidad: Gladys González, casi ignota titular del Acumar. Se apartó a la insistente Elisa Carrio y la jugada suponía, además, purificar la coalición con el Pro como vértice. Como segundas partes nunca fueron buenas y los números no garantizaban la remake del asesor ecuatoriano, empezó a dominar el miedo ante el enemigo (quedó en suspenso hasta la alternativa de Esteban Bullrich). Se buscó entonces, en el breve elenco bonaerense de los conocidos, impolutos y accesibles, una figura a la que la gobernadora podía derretir con una propuesta: Ricardo Alfonsín. Un golpe de efecto para la campaña: apellido, partido y conducta. Pero en la seducción algo faltó para incorporar al presunto postulante. Hubo diálogo amoroso, oferta y rechazo imaginable. No puedo aceptar, dijo. Y se excusó Alfonsin bajo el argumento de que se había opuesto al pago contante y sonante del dólar futuro que en muchos casos benefició a devotos del macrismo –sugirió en su momento oblar con un bono–, y también estaba molesto con la repetición del Gobierno al insistir con los acuerdos chinos de Cristina, cuando entiende que la tecnología a aplicarse es obsoleta y que las obras aprobadas no son prioritarias. Vidal estaba preparada para convocar al radical para un acuerdo nacional más amplio luego de las elecciones, no para discutir medidas coyunturales, señalan en la Rosada, aunque admiten que tampoco concluyó de un modo feliz la conversación: inducida por Macri y su craneoteca, la gobernadora ofreció una variante para alistarlo en el dream team. No fuera a pensarse que sólo lo llamaban para ganar la elección por su prestigio. Y entonces, como sustituto de la candidatura rechazada, le dijo que en París había una embajada vacante para él. Epílogo cordial, caballeresco, aunque más de uno sospecha que si no hubiera sido una dama afectuosa la interlocutora, ese descendiente de gallegos, en ocasiones obtuso, con cartilla moral del Medioevo, podía no haber entendido en su arrebato la naturaleza del generoso gesto que a través de ella le transmitía el Presidente. Fin de un capítulo.

Se encendió la emergencia y hasta Duhalde medita si contribuir con una candidatura

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Lo que quedó del General. Otros vaivenes, primarios también pero más picarescos, amenizan al peronismo que compite con varios nombres distintos. Cristina, ansiosa por ubicar la mayor cantidad de diputados propios –intencionalidad obvia que, al desconocerse el sentido, muchos confunden con la búsqueda de fueros–, se negó a una interna y hasta se proscribió del PJ para entregarle sigla, rótulo y pompa a Randazzo, un mudito hasta ahora en la campaña. Alegría en el macrismo, también en ciertas corporaciones, por esta división electoral del peronismo que los beneficia. A pesar de que faltaba desenredar el ovillo. Y en esa tarea apareció un imprevisto negro y ponchudo, Mario Ishii, intendente de José C. Paz, que desafía a Randazzo para realizar internas en el partido, al menos para forzarlo a contar los votos antes de los comicios del 22 de octubre, lo que podría ser negativo para sus aspiraciones (por los montos de votos a registrar). Nada es gratis, y el remedio que el ex ministro de Transporte le exigía a su ex referente presidencial ahora se lo derivan a él. Parece un incordio, sobre todo porque al no existir PASO en la provincia, donde todos se ponen curiosamente de acuerdo, el personaje Ishii, de relevancia sólo distrital, complica a un Randazzo que, armado únicamente en la cúpula de su frente, poco y nada comparte en las intendencias. Lo afecta no sólo porque se descubre anticipadamente su posible actuación posterior, sino que le demanda mostrar y consumir fondos en una batalla que no es la final. Además, como se sabe, cualquier bonaerense puede votar en esa interna, razón por la cual Ishii (ganador en 33 elecciones) hasta puede recoger voluntades que ni siquiera lo quieren (kirchneristas) pero se complacerían en ir a las urnas para apabullar a Randazzo (ya se sabe que algún ladero de la dama lo llamó para decirle “te apoyamos siempre y cuando no lastimes a Cristina”). Gracioso dilema, al margen de otros conflictos judiciales o postulantes que habrán de sumarse, movimientos obvios para apartar a Ishii, quien reclama un lugar (o varios) y pertenencias menores del tándem Perón-Evita. El barullo, de repente, comenzó a envolver a Randazzo, se encendió la emergencia y hasta Eduardo Duhalde –considerado por el Gobierno como el más claro dirigente de la provincia–, quien iba a tomar distancia del cabaret viajando al exterior pasado mañana, ahora medita si vale la pena partir o contribuir, vaya a saber con quién, a través de una improvisada candidatura personal o de su esposa para recuperar las sepias litografías del peronismo y los compases de una marcha sin dueño y dudoso autor que no ha podido repartirse la ambición de los participantes. Como si hubiera sido sólo testigo del derrumbe.