COLUMNISTAS
Angustia y desasosiego

Cambalache

¿Cuándo dejará de ser Cambalache nuestro tango emblemático, el que se pide de última, cuando ya no hay más nada que decir y arrasa la nostalgia de lo que pudo ser y no fue?

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Discépolo. Autor de un tango universal que reflejó la angustia de su época. | cedoc

¿Cuándo dejará de ser Cambalache nuestro tango emblemático, el que se pide de última, cuando ya no hay más nada que decir y arrasa la nostalgia de lo que pudo ser y no fue? ¿Cuándo dejará de cantarnos esa letra que justifica la resignación y nos releva de hacernos cargo porque, al fin, “todo es igual, nada es mejor”? ¿Cuándo dejará de abrumarnos, de doblegarnos la esperanza con sus sentencias escritas como leyes sobre las tablas del tiempo: “es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao...”

Es Cambalache, qué duda cabe, un tango universal. El himno que interpretó la angustia de su época y el desasosiego del ser humano frente a el abismo de la irracionalidad, fue escrito por Enrique Santos Discépolo en 1934, después de la crisis económica de 1929 en Estados Unidos que tuvo como consecuencia desempleo masivo, miseria, hambre y dio comienzo a la llamada “década infame” de la historia argentina. El filo deslumbrante y sensible del talento de Discépolo descarna hasta el hueso la desolación, describe el despliegue de “maldad insolente” intrínseca del sistema, anticipa el horror que se consumaría durante la Segunda gran Guerra Mundial, y prolonga hasta “el dos mil también” el infierno que su congoja imagina como un horno ardiente, ciego y eterno.

En términos simbólicos, Cambalache es el tango de fondo para mirar el Guernica, la obra que pintó Picasso después del bombardeo nazi al pueblo vasco. El resto es silencio. Sólo se escuchan las preguntas que nos hacemos. Las de siempre, las que nos dejan sin atajo. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Somos esto? ¿Somos parte de esto? ¿Qué hacer? ¿Hay otra? Si “el mundo fue y será una porquería”, ¿qué sentido tiene todo? ¿Para qué insistir en la necesidad de educación, de salud, de condiciones dignas en las que desarrollar la vida? Y, si no, ¿de qué se trata ? ¿De “salvarse” solo?

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Acabo de recordar a Alfredo Alcón en un recital de poesía que dio, hace ya muchos años, en el Teatro San Martín. Me veo ahí, ahora. Alcón, solo en escena, bajo una luz cenital. Escucho esa voz. Lee “No te salves”, un poema de Mario Benedetti. “No te quedes inmóvil /al borde del camino/ no congeles el júbilo/ no quieras con desgana/ no te salves ahora /ni nunca /no te salves /no te llenes de calma/ no reserves del mundo/ sólo un rincón tranquilo /no dejes caer los párpados/ pesados como juicios/ no te quedes sin labios/ no te duermas sin sueño/ no te pienses sin sangre/ no te juzgues sin tiempo”

El tiempo se revuelve y te toca. Dieciséis años después del dos mil también, millones de personas viven en campamentos de refugiados, los botes colmados de desesperados se hunden en el Mediterráneo, la elección de Trump y el avance de los partidos neofascistas provoca terror. Azota la violencia de género. La Iglesia reniega de mujeres y homosexuales pero encubre a los curas pedófilos que violan pibes en todo el mundo. Los narcos siegan jóvenes en los campos del desamparo.

En la FM Tango, suena otra vez Cambalache... “¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao!”. Genocidas todavía libres, Milani , mafias policiales, bandas, fotos en el Congreso, Recalde, Kicillof, Massa, ladrones, asesinos todavía sin condena, jueces cómplices, Scioli, Alberto Pérez, De Vido, López, Jaime,.. Julio Sosa canta el final... “Es lo mismo el que labura/ noche y día como un buey/ que el que vive de los otros/ que el que mata o el que cura o está fuera de la ley”. Apago.

 En el silencio, vuelvo a escuchar la voz de Alfredo Alcón. Lee el final de No te salves “... pero si/ pese a todo/ no puedes evitarlo/ y congelas el júbilo/ y quieres con desgana/ y te salvas ahora/ y te llenas de calma/ y reservas del mundo/ sólo un rincón tranquilo/ y dejas caer los párpados/ pesados como juicios/ y te secas sin labios/ y te duermes sin sueño/ y te piensas sin sangre/ y te juzgas sin tiempo/ y te quedas inmóvil/ al borde del camino/ y te salvas/ entonces/ no te quedes conmigo”.


*Periodista.