La naturalización del peronismo como práctica política es la base del acuerdo entre María Eugenia Vidal y Emilio Monzó en la provincia de Buenos Aires. Colaboración recíproca para las elecciones de 2017 pero competencia abierta por el caudal de votos tributados a una victoria imprescindible para la gobernabilidad y por eso en condiciones de sentar precedente en una eventual sucesión presidencial atada a dos reglas en estricto orden de cumplimiento: la reactivación económica y que Mauricio Macri desista de otro mandato.
Protocolo sin sentido si no fuese por los intendentes peronistas a los que reserva un papel estelar. En especial los del Conurbano, casi fuente de inspiración. Más que por el desarrollo de una expansión territorial de la que carece el PRO, la gobernadora y el presidente de la Cámara de Diputados en el Congreso disputan en el universo del psicoanálisis: el manejo solvente de técnicas de persuasión para sumar a Cambiemos a personajes de pensamiento oscuro y sofisticado según el perfil trazado por los gestores.
Martín Insaurralde incursionó esta semana en ese canon. Acaudilló un proyecto de ley para autonomizar las policías locales de la Bonaerense y ponerlas bajo control de los jefes comunales. Primera experiencia del intendente de Lomas de Zamora para cubrir el vacío de liderazgo que aqueja al justicialismo predispuesto al diálogo: metáfora para el intercambio de comportamiento republicano por flujo de fondos del gobierno provincial.
El de San Martín e inmediato perseguidor del rubro, Gabriel Katopodis, fue la presencia destacada de una convocatoria que repitió respaldos de su frustrada candidatura a gobernador el año pasado. Juan Zabaleta (Hurlingham), Juan De Jesús (Partido de la Costa), Francisco Echarren (Castelli) y Fernando Gray (Esteban Echeverría). La de Gustavo Menéndez (Merlo) es ecuménica pero volátil: no sólo por los consejos que recibiría del Papa. También por la oferta para convertirse en candidato a gobernador de Sergio Massa.
Déficit. Massa y Vidal comparten la falta de una referencia electoral atractiva en la Tercera Sección que los fuerza a tolerar el método de ensayo y error con que Insaurralde se les aleja o aproxima. Conducta que repercute en otros ámbitos. A Macri lo irrita que el intendente apele a la práctica vuelta hábito en su gestión: Monzó es el encargado de atribuirle a errores de ceremonial las dificultades del alcalde para ingresar a los actos compartidos con el Presidente.
El jefe del UNA debió ratificarle a Margarita Stolbizer que la presencia de legisladores de su sector con Insaurralde no supone respaldo a esa iniciativa y que el frente “de corazón peronista pero cabeza progresista” que imagina con ella sigue en pie. A la diputada la inquieta la frecuencia de la inversión en esos términos con que se manifiesta la aparente disfunción de ese organicismo new age. Casi tanto como la temporada de caza de peronistas que tendría habilitada Vidal en forma permanente, lo que estira la definición de un acuerdo electoral con uno u otro.
A fines de mayo Manuel Mosca sondeó con Insaurralde el respaldo de los veinte diputados dialoguistas para desplazar a Jorge Sarghini de la presidencia de esa Cámara si Massa incumpliese el acuerdo de suplantarlo por el vice a fin de año. Además del principal operador de Vidal en la Legislatura, Mosca es el segundo de Sarghini, a quien el reglamento habilita a ocupar el cargo 24 meses. Muy respetado por Macri, el ex ministro de Economía bonaerense se excusó de acompañar el proyecto del intendente.
Más que por desconocer la intención de descentralizar antes de fin de año la policía local hacia tres municipios de la que estaría al tanto por esas conversaciones, el Ejecutivo bonaerense está sorprendido por la oportunidad elegida para una iniciativa que inscriben en un largo enfrentamiento mediático con Cristian Ritondo pero que lo posiciona en inédita coincidencia con Elisa Carrió.
A los capítulos menos conocidos de los acuerdos con Monzó para incorporarse a Cambiemos se les atribuyen las intervenciones de Carrió contra el ministro de Seguridad y el jefe de la Policía, Pablo Bressi, que terminan por consolidarlos en sus cargos. Un último servicio a la causa del titular de los Diputados que lleva un encargo difícil de Macri: hacer de Marcos Peña un candidato capaz de competir con Vidal en la sucesión presidencial.
La foto del jefe del Gabinete esta semana con Mario Ishii resultó sugestiva por el silencio de Carrió: no hubo objeciones por el acercamiento oficial al polémico intendente de José C. Paz. Liberado de cualquier otro complejo, el temor a ese veto incendiario demora desde enero el pase pedido por Alejandro Granados. El de Ezeiza no es el único adherente a una espontánea e informal hermandad concitada alrededor de esa posibilidad.
Militan allí Stolbizer pero también Insaurralde, inquieto por la ausencia de Mariano Cascallares en la Legislatura bonaerense. Sin control del Concejo Deliberante ni del PJ, la incómoda situación política del intendente de Almirante Brown es percibida como un potencial en Cambiemos.
Monzó trabaja en ese frente que precisa relativizar el papel del de Lanús, Néstor Grindetti, para resultar exitoso: difícilmente los peronistas acepten el liderazgo en la región de un alcalde de Cambiemos. Massa intenta sacar provecho de esa contradicción agitando la posibilidad de un juicio político si el proceso judicial por los Panamá Papers avanza más allá de la imputación.
El reclutamiento de los opositores al ajuste tarifario y el aislamiento del único que logró de la Justicia Federal dos fallos condenatorios contra Edesur por mala prestación constituirían una paradoja de antología. Contra ella trabaja Vidal: designó a Andrés Scarsi como jefe del Gabinete en el Ministerio de Salud conducido por la radical Zulma Ortiz. Además de especialista en atención primaria, Scarsi fue hasta hace días el secretario del área de Grindetti. El único intendente de Cambiemos que critica abiertamente al ministro de Energía, Juan José Aranguren.
*Analista político.