Los mismos intendentes que consintieron excluir al PJ de la alianza electoral Unidad Ciudadana a pedido de Cristina Fernández de Kirchner concretaron esta semana la renovación de su cúpula partidaria con la inestimable colaboración del único dirigente que resistió esa maniobra hasta anteayer: Fernando Espinoza, convertido en víctima imprescindible para exhibir voluntad de cambio a una opinión pública indiferente a este debate.
Esa insuficiencia manifiesta es, sin embargo, requisito previo para ingresar en la agenda de la ciudadanía y entablar diálogo institucional con María Eugenia Vidal, percibida como líder excluyente en ese espectro. Los alcaldes peronistas comprometidos con la renovación también son arrastrados por esa ola persuasiva: se avinieron a aceptar la asistencia de la gobernadora para coronar con éxito ese proceso.
A través de Federico Salvai clausuró comunicaciones con Espinoza, que intentó tardíamente entenderse con el oficialismo en las negociaciones para sancionar el Presupuesto en la Legislatura. El jefe del Gabinete provincial habilitó a Martín Insaurralde para hurgar con éxito fisuras en el bloque de diputados del FpV para ese trámite.
El intendente de Lomas de Zamora y el de Merlo, Gustavo Menéndez, lograron un acuerdo para aislar a Espinoza y su principal respaldo: Cristina y Máximo Kirchner, vía el apoderado del PJ y consejero político de la familia, Wado de Pedro, preocupado en explicar a Insaurralde y Menéndez la distancia filosófica, aunque no siempre política, que lo separó del ex presidente del PJ.
Espinoza insistió hasta el jueves 23 en boicotear la lista de unidad que finalmente se impuso y lo confinó a un cargo sin influencia: presidirá el congreso partidario. Aunque el rótulo de la nómina es ficticio por otras intrigas y desconfianzas entre Menéndez, nuevo titular del PJ, e Insaurralde, que colocó a Fernando Gray (Esteban Echeverría) de vice y a Juan Pablo de Jesús (Partido de la Costa) como secretario general.
Vidal es la clave en esa atmósfera. Insaurralde y sus aliados atribuyen a Menéndez la designación de Francisco Etcharren en la Subsecretaría de Hábitat. Famoso por imponer la denominación “Julio De Vido” a un núcleo habitacional, el intendente de Castelli fue eyectado del Gobierno junto al protegido del asesor presidencial José Torello, Evert Van Thooren, tras agotar la paciencia de Roberto Gigante por sus disputas. Gigante es ministro de Infraestructura y persona de confianza de Vidal.
Menéndez recela del pragmatismo de Insaurralde. En los períodos más intensos del cristinismo, mantuvo abierto el diálogo con Salvai, potencial proveedor de salvoconducto para acreditar moderación. La designación de nuevas autoridades en la Cámara de Diputados es el desafío más inmediato de ambos en este experimento.
Autoridades. Ocurrirá con la asunción de nuevos legisladores el 10 de diciembre y cuando el actual titular del cuerpo, Manuel Mosca, sea ratificado, pero con una dosis mayor de poder al eliminarse el sistema de doble firma que acotará el del vicepresidente primero. Insaurralde negocia esa posición para los intendentes que acompañarían con una decena de diputados propios esa modificación del reglamento interno.
El mismo cargo aspira a conservar Sergio Massa, que pospone el retorno al PJ y sugiere ser representado allí por Julio Zamora. La tensa relación de su esposa y funcionaria municipal, Malena Galmarini, con el intendente de Tigre relativiza esa consigna y refuerza la idea de que la comunicación, contra lo que Massa supone, está a la cabeza de las dificultades del líder del frente 1PAIS.
Massa impidió la llegada de los intendentes de los grupos Esmeralda y Fénix a la conducción de Diputados por la que ahora competirán fortalecidos desde el PJ. Por tratarse de peronistas y una legendaria inclinación a darles carácter informal a los compromisos adquiridos, Cambiemos explora prevenciones. José Ottavis reapareció casi tan renovado como los jefes comunales. O al menos en su apariencia. No se descarta que provoque otra ruptura entre diputados del FpV.
No es la única. Alejandra Martínez, Rodolfo “Manino” Iriart y Angel Cheppi contribuirían a que el oficialismo alcance la mayoría simple en esa Cámara, donde tendrá 44 representantes. Los tres diputados pertenecen al PJ de Mar del Plata, donde Cambiemos construyó una parte significativa de su victoria electoral.
Cheppi es hijo de Carlos, controvertido embajador en Venezuela vetado por Cristina como candidato. Al ex diplomático se le atribuye vínculo estrecho con De Vido. Iriart cobró fama cuando Insaurralde le imputó la balacera a los ómnibus desplegados en esa ciudad para hacer campaña de su frustrada candidatura a gobernador en 2015. Iriart era secretario de Seguridad del intendente Angel Pulti. Los dos apadrinados por Daniel Scioli.
De Mar del Plata es también Maxi Abad, jefe de campaña de Cambiemos y desde diciembre nuevo titular de su bancada en Diputados. De los 44 del oficialismo sólo 11 pertenecen a la UCR, de la que es su secretario general. Tendrá un papel clave en la conservación de algunos equilibrios. Particularmente por el ajuste que encarará la Legislatura sobre sus gastos y la modificación a la Ley de Ministerios que implicará recortar el 20% de cargos políticos.
Abad responde a Ernesto Sanz, quien le encargó una misión delicada. Coordinar esfuerzos con el resto del radicalismo para llegar a 2019 con al menos un gobernador más y otros cinco municipios en la provincia de Buenos Aires. Por primera vez desde la experiencia de la Alianza, Sanz percibe que la UCR obtiene ventaja comparativa con el PJ: “Estamos arriba del colectivo y no esperándolo en la parada.”
La hipótesis parte de una certidumbre compleja. La capacidad peronista de mimetizarse con la resistencia al cambio inherente a la naturaleza humana. Un temor que siempre supo presentar como virtud para permanecer en el Estado y autodefinirse como una concepción asociada al poder.