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Política

Camino a un Estado indefinido, impotente y negador

Está en vías de ser directamente un Estado fundido o fallido. Es decir, uno que ya no es capaz de responder a las necesidades más básicas de la sociedad, y que no se mantiene como un actor creíble a nivel nacional e internacional.

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De regreso. Fernández al ingresar a su despacho en Gobierno. | AFP

Algunos hechos. Una enorme mayoría de la sociedad reclama la vuelta a clases, mientras que el gobierno y los gremios dicen que no están todavía dadas las condiciones.

Continúan las tomas de terrenos en Guernica, lo que en gran parte responde a la necesidad de la gente y el problema habitacional de la Argentina, mientras que otro sector, también con razón, pide que se respete la propiedad privada. Ya no hay reuniones del Ministerio de Salud con un payaso subido al mismo podio en el que hablan funcionarios del gobierno . La pandemia sigue implacablemente su  curso por Latinoamérica y como no es la excepción argentina también sufre el golpe que ello significa ..ahora no se informa con show ,solo se informa con una parte...   El gobierno no sabe dar respuesta tampoco a esto .

Como meses antes, durante la pandemia, el mismo gobierno desoye los reclamos y sigue haciendo política. En materia económica, priva a una amplia mayoría de comprar dólares, pero lo habilita para los empleados públicos, y obviamente para los propios políticos, que son de ahorrar en la moneda verde. Para Guzmán, Ministro de Economía, transferir los ahorros a pesos es “una decisión personal”... aunque a vos te dice que compres pesos...

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La grieta nació oficialmente a principios de 2008, cuando el primer gobierno de Cristina Kirchner se enfrentó al campo a raíz de la resolución 125. Esta grieta se extendió como la rajadura en un vidrio, a todas las áreas de nuestra vida como sociedad. En su dimensión más peligrosa, esta grieta es también la ruptura entre el pueblo y el gobierno, y más en general entre el pueblo y el estado, y las instituciones que se supone deben representarlo.

Todo sistema social convenientemente institucionalizado necesita legitimarse para subsistir. Así, si el estado debe garantizar la integridad física, económica, social y cultural de sus ciudadanos, también tiene que velar por su propia supervivencia, porque un estado fuerte es del interés de todos. Hoy todo está deslegitimado: el Congreso, el Poder Ejecutivo, la oposición. Ante el reclamo popular y su propia ineficiencia, agrietado, el conjunto de instituciones ha empezado a romperse y derrumbarse. 

La deslegitimación del Estado por inestabilidad nos puede llevar camino a un Estado indefinido, impotente y negador, en vías de ser directamente un Estado fundido o fallido. Es decir, uno que ya no es capaz de responder a las necesidades más básicas de la sociedad, y que no se mantiene como un actor creíble a nivel nacional e internacional. Esa histórica inestabilidad argentina hace imposible crear auténticas políticas de estado.

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 Por supuesto, los grandes responsables de la deslegitimación son los propios personajes a cargo del gobierno. Ellos mismos son quienes fogonearon la grieta, de un lado y del otro, sentando un precedente para la violencia y la falta de comunicación. Son los mismos que hoy fomentan una división incluso dentro del propio gobierno, sin prestar atención a la necesidad de la sociedad de tener un gobierno fuerte, precisamente en este momento.

Tenemos que rescatar la idea del pluralismo de voces, el pluralismo democrático. En la grieta se deslegitima al otro, al otro como actor político, al otro con voz, y se lo presenta como un enemigo. Es a la violencia, el aplastamiento del otro y el fundamentalismo. Es decir: "Lo que yo creo no es negociable". Un punto de partida muy poco apropiado para la convivencia democrática. 

Hoy vivimos un cuestionamiento de la legitimidad del estado, desde los sectores más diversos. Por eso la posibilidad de un programa político que achique el estado y que reduzca sus funciones sigue siendo tan seductora para algunos. O, en el peor de los casos, reaviva la tentación del autoritarismo. La idea de que un gobierno debería, por la fuerza, poner en orden las instituciones. Entre un extremo y el otro, ¿cómo recuperamos la legitimidad y la vigencia del estado en un país donde todos los días se erosiona un poco más su legitimidad? Como siempre, habría que empezar por casa.

“La legitimidad se basa en tres cosas. Primero, la gente a la que se le pide obedecer debe tener una voz. Segundo,la ley debe ser predecible. Y tercero, la autoridad debe ser justa. No puede tratar a un grupo de manera diferente de otro grupo” (Malcolm Gladwell)