COLUMNISTAS
salidas

Capitalismo freak

Hace dos semanas, en la Sala Lugones, se homenajeó a Luchino Visconti, cineasta catalogado como “príncipe marxista”, entre otros oxímoros. “¿Que fue comunista? –dijo de él Franco Zeffirelli en 2003–. Lo he visto despedir sin miramientos a dos asistentes de cámara que habían olvidado peinar a sus gatos persas. Entendámonos: hizo muy bien en echarlos, pero ¿comunista?”.

Mediante una operación inversa, los argentinos aceptamos prácticas típicas de los comunistas, a la sombra del anarcocapitalismo. Se fogonea la ilusión del libre mercado reivindicando, por ejemplo, la uberización del trabajo mientras se implementan políticas de austeridad que Stalin celebraría. Los números que se presentan como un éxito impactan negativamente en la vida cotidiana, se perpetúa un hipercontaminante modelo productivo de sumisión que lleva décadas, se destruye lo público sin ofrecer algo superador, se promueve el saqueo transnacional, y los impuestos, desvinculados del ingreso, logran que un asado haga tambalear la economía semanal. Recibiendo cachetadas por diestra y siniestra, no tenemos margen de maniobra para algo más que jactarnos de la capacidad de adaptación y/o resiliencia, cuando no de la fe en una providencia que, aunque incierta, nos salvará. De no obrar los milagros prometidos por las gobernanzas de ayer y hoy, podríamos dejar de soportar y pasar a otro estado. ¿Pero cuál?

Visconti estaba enfermo del corazón y padeció intensamente hasta terminar el rodaje de su última película. Antes de morir, escuchando la Segunda Sinfonía de Brahms, rodeado por floreros con rosas, nardos y sus “amadas gardenias”, además de su hermana Uberta y el retrato de la madre de ambos, dijo “Ya basta. Estoy cansado”. Tal vez, en nuestro caso, tanto aguante no correspondido termine por agotarnos y, como Bartleby, prefiramos no hacer nada más. Y tal vez, llegado este punto, podamos decir, lo mismo que Visconti, “Ya basta. Estoy cansado”, rezando para que alguien escuche. Aunque, en plan macedoniano, se abren salidas más dignas, como fundar una comuna verdaderamente anarquista en un islote del Delta o candidatearse a presidente, aunque ni siquiera nuestras madres o hermanas nos voten.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite