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viajes y subsidios

Carta abierta al Poder Ejecutivo

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Excelentísima presidenta de la Nación argentina, Señora Cristina Fernández: Sé que urgentes y graves asuntos concitan su atención en estos días de “bronca e impotencia” (¿será realmente posible que uno de sus desastrados ministros haya provocado un accidente ferroviario para minar el poder creciente de otro de sus ministros?), pero me atrevo a dirigirme a Ud. para plantearle problemas personales de movilidad. No me refiero al 82% móvil de haber jubilatorio garantizado por la Constitución Nacional y que el inmisericorde Anses se niega a cumplir, condenando a muchos jubilados (incluida mi madre) a una vida de privaciones, sino al simple derecho a moverme por el mundo para atender compromisos académicos internacionales.

La semana pasada viajé invitado a dar una conferencia en la Universidad Federal de Santa Catarina (tengo ante mí el certificado) y la AFIP me autorizó a comprar algunos reales para atender mis gastos personales. Imprimí la autorización obtenida, pensando que con eso bastaba para cambiar 2.245,70 pesos argentinos por 907,76 reales. Sin embargo, en el Banco Nación de Ezeiza me exigieron “el itinerario” que había cargado en la página de la AFIP para justificar mi pedido (y que no sale impreso junto con la autorización).

Me costó conseguir el tal “itinerario” porque me negaron la posibilidad de usar una máquina en el único locutorio del aeropuerto (del monopolio Telecom), con la excusa de que no tenían vuelto para darme y, como yo me atreví a sugerir que un negocio tiene que tener siempre vuelto, sobre todo en un aeropuerto, las tres empleadas que custodiaban férreamente el servicio comenzaron a gritarme (con una dignidad peronista que convendría reservar para mejores causas). “Yo no soy su sirvienta” y “Esto no es una casa de cambio” (como si yo hubiera estado pidiendo que me cambiarar rublos por yenes). Le ahorro los detalles: mandaron a buscar a la Policía Aeroportuaria y amenazaron con arrestarme (aparentemente decirle “pelotuda” a una empleada que se comporta como tal vulnera la seguridad aeronáutica).

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Cuando el incidente quedó resuelto y corrí al Banco Nación me encontré con que “el sistema se había caído” y no habría de restablecerse antes de los próximos cuarenta minutos (mi embarco estaba previsto para los quince minutos siguientes al tropiezo informático), de modo que tuve que viajar con estos pesos que nadie en el mundo quiere: en el aeródromo catarinense obtuve por 2.400 pesos argentinos poco más de 500 reales (lo que es reconocer, una vez más, que “la única verdad es la realidad”). Por fortuna, me acordé de cancelar el pedido de compra de divisas a la AFIP, para que de ese modo no quedara registrada una adquisición de moneda extranjera que afectara mi “cupo” en futuros viajes.

En octubre próximo tengo que asistir a un Encuentro Interdisciplinario de Estudios de Memoria organizado en Sacramento (USA) por un grupo de trabajo internacional que integro desde hace seis años (y dos encuentros ya realizados).

Como Ud. seguramente sabe, las universidades argentinas sólo pueden comprar pasajes emitidos por Aerolíneas Argentinas (lo que constituye un subsidio indirecto al funcionamiento de esa compañía fantasmal). Pero el único destino directo de Aerolíneas Argentinas a USA es Miami (tampoco vuela a México D.F., sino a Cancún), y sus compañías asociadas (Delta) no vuelan directamente desde Miami a San Francisco o Sacramento, de modo que yo debería viajar, si acaso se me otorgara el subsidio al que tengo derecho, más tiempo que el que dura el Encuentro.
He decidido no pedir el subsidio, no usar Aerolíneas Argentinas (y sus compañías asociadas), porque no tengo tanto tiempo, y porque prefiero que mi plaza sea utilizada por algún turista rapaz para los que la empresa parece establecer sus destinos.

Nada de esto es demasiado grave, pero apelo a Usted, porque conozco su sincera preocupación por la Ciencia y el Arte argentinos y peronistas, para que se nos facilite, a quienes debemos cumplir con compromisos internacionales, la posibilidad de atenderlos con dignidad, con dólares comprados legalmente sin absurdos requisitos (que los beneficiarios del blanqueo no padecen) y pudiendo comprar los pasajes más adecuados a nuestros traslados laborales.

La saludo atentamente.