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Carta de despedida

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La vicepresidenta Cristina Kirchner avanza con la reforma del Ministerio Público Fiscal. | cedoc

A casi una semana de la publicación de la carta de Cristina Fernández, Alberto Fernández sigue siendo el presidente, el dólar blue bajó más de 20 pesos y la toma de tierras en Guernica y en el campo de los Etchevehere fue resuelta con procesos de desalojo con involucramiento de fuerzas de seguridad e intervenciones de la Justicia en episodios que poco alegraron al kirchnerismo duro. 

El país que siguió al texto bautizado como “carta” se pareció poco a los vaticinios de destrucción masiva y se ofreció en su devenir como un recuerdo de que los procesos sociales, como diría Carlitos Balá, igual que el movimiento, se hacen andando. Los marcamos en un punto para tratarlos como acontecimiento pero es interesante ver lo que ocurre en el tiempo, que siempre sigue.

El pensamiento kirchnerista, como buen heredero de las reflexiones peronista, fue creado en una concepción del mundo basado en la simplificación de las intenciones y los efectos. Según su visión de la realidad, existiría siempre algún ser maligno con intenciones de mutar al mundo, y que además poseería la capacidad de hacerlo siempre contra el pueblo, obligando a transcurrir el tiempo de la vida en batallas eternas contra fantasmas causales. Pensado el universo bajo ese mecanismo organizacional, para sus intelectuales (entre quienes se encumbraría ella misma) no quedaría más opción que ser también ellos los agentes causales de un cambio en el sentido opuesto. Así, toda acción tendría la ilusión del cambio total, incluyendo la carta y la intención de su publicación.

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La lejanía de los episodios puntuales y de la obsesión por el tratamiento exprés de un evento, permiten surgir con mayor claridad la complejidad del mundo moderno como un entramado donde la simultaneidad es la total y única regla de la que se puede estar seguro, y sobre la que las causas y efectos terminan siendo, en definitiva, procesos de adjudicación de un observador. 

Ningún kirchnerista está viendo lo que sucede en los “grupos concentrados”, en sus oficinas, en sus reuniones o llamados, y sin embargo, se los describe en sus aparentes intenciones. De lo mismo, pero en relación a ella, se queja en su carta al ser ella indicada como una suerte de comando remoto de todo lo que sería negativo en el gobierno nacional. Todos creen ver en el otro los hilos del comando mundial.

La multiplicidad de episodios en la sociedad, en un presente abrumador de procesos sociales, obliga a un procesamiento reducido y tratable bajo esquemas que permitan hacer una reducción del ruido comunicacional hacia modos de observación conocidos. No podemos describir la totalidad de los procesos (a pesar de Nodio) pero sí podemos describir los modos de observar que se activan para manejar la complejidad de una forma tratable. Cristina Kirchner y sus enemigos se ven mutuamente como productores potenciales de efectos dañinos. ¿Pero ha sido realmente así?

En lo que va del año esta es probablemente la semana que peor correlaciona una acción de Cristina con los miedos de sus enemigos, y las respuestas hay que encontrarlas entre el contenido de la carta y los episodios siguientes. Mientras la carta fue tratada como un salto hacia la influencia y el condicionamiento, pocos pensaron en que era un mensaje de alejamiento que el mismo Presidente dijo absorber con enorme placer. Si algo intenta dejar en claro el escrito es su no influencia en las decisiones, que aunque sea real o simulado, ofrece una suerte de paso hacia la periferia sin que sea una separación real desde lo legal. Sigue en posesión del cargo, aunque con distancia prudente, y cuya clarificación espacial se acompañó con lo que podría catalogarse como una semana buena para el Gobierno, entre tantos meses de caos.

Cuando a la mañana siguiente Alberto Fernández manifestó que sintió al texto “como un respaldo” y que le había gustado, era difícil comprender a esa declaración como una vuelta de página y cierre del episodio. Mientras el Gobierno continúa en la gestión diaria de los problemas, algo que Cristina comenta en el texto, se permite seguir en la agenda de otros asuntos, y por lo tanto involucrarse en la multiplicidad de operaciones en que el sistema político ofrece. Cristina, sin gestión, queda fijada en un texto que no continúa en operaciones nuevas, sino en lecturas renovadas e interpretaciones sobre sus palabras, pero en definitiva en un punto en el tiempo y ya sin moverse.

Como espejo de un tiempo que ya comienza a desgastarse, Mauricio Macri intenta montarse en escena como si fuera que la discusión nacional ocurriera en función de la ya vieja carta. Su aparición es interesante porque refleja el otro caso de quien intenta no perder presencia ante los avances de diversos referentes de su partido reflejado en gestión y hasta en un encuentro entre Vidal, Larreta, Carrió y Maximiliano Ferraro, sin que él pueda con eso ser noticia ni reflejarse o exponerse como líder. Intenta llamar la atención haciendo uso del caso que cree central, pero que parece conducir más hacia la periferia en la que ambos podrían encontrarse.

La sociedad solo sobrevive en sus secuencias, aunque los episodios se fijen en el tiempo para poder identificarlos y hablar de ellos, aunque en charlas que también se producen en el paso del tiempo. Grabois se retira del campo con un mensaje diciendo que la lucha continúa, porque no importan los casos sueltos y arrojados a su suerte, sino los recorridos que van significando lo que se hace con lo que siempre acaba de suceder. Grabois tiene más futuro que Macri y Cristina, por lo menos habrá un campo por tomar en un próximo plan. De los antiguos, de los rivales incesantes, solo quedan por ahora sus textos.

Los textos son material de reflexión de otros, se los lee y piensa sobre ellos y sobre todo, permiten su tratamiento con ausencia de quienes los redactaron, en cada ocasión que se interese por su contenido. Ese es un logro evolutivo de la sociedad moderna porque separa a la comunicación del espacio del presente, de la oralidad antiguamente necesaria. Así, de las cadenas nacionales, de la oralidad en directo, se convierte en letra escrita y en noticia, mientras los demás siguen, ocupándose de sus cosas.

*Sociólogo.