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Celuloide, un vicio

16-4-2023-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Frecuentemente choco con amigos a los que mi inclinación por películas estrenadas hace décadas les parece un gesto retrógrado o snob. Aunque conozco cinéfilos más intransigentes (mi novio, sin ir más lejos, tiene un lema que sostiene con bastante rigurosidad “si es blanco y negro mejor y, si es mudo, mejor todavía”) es real que debo estar perdiéndome cosas interesantes. Pero mis dificultades para asimilar el HD, los efectos digitales y la ausencia de transgresión en las historias –salvo excepciones– suelen ganar la pulseada. A veces, trato de compensar acatando recomendaciones de cinéfilos con más apertura que yo. Así vi la celebrada Drunk, de uno de los fundadores del Dogma 95, Thomas Vinterberg. Como era de esperarse, no me gustó y caí en el malintencionado vicio de siempre: compararla con una película vieja sobre el mismo tema.

Paso a recomendar, entonces, otro abordaje sobre los que tienen en el alcohol su dios, estrenado en 1979. A mi vetusto entender, es mil veces mejor que Drunk, en todos los sentidos posibles. Dirigida por la gran cineasta alemana Ulrike Ottinger y conocida en castellano como “Retrato de una alcohólica. Billete sin retorno”, está protagonizada por la hermosa performer Tabea Blumenschein y sus virtudes exceden por mucho este espacio. Quizás alcance con destacar que no se subordina a la factura técnica impuesta por su época, que es inusitadamente glamorosa, y muy sofisticada en lo narrativo. Con toques fantásticos y humor en medio de la tragedia, deriva en una mezcla cuya capacidad de embriagar supera a buena parte de los tragos ofrecidos por el cine de los últimos años. Los borrachos del celuloide no podemos dejar de decirle ¡Salud!