El acto organizado por la principal central obrera del país expuso las dificultades que tiene el movimiento sindical para articular medidas. De hecho, pese a la masiva convocatoria de este martes, ya se había llegado a esta concentración luego de varias dilaciones y contramarchas.
Por eso resultó lógico que el conflicto interno cegetista sobre el posicionamiento ante el Gobierno se hubiera trasladado al palco y a las calles del centro porteño. Primó, otra vez, el dialoguismo de la conducción. Acuña, Schmid y Daer -con matices- no apretaron el acelerador anti Macri y sólo concedieron en su oralidad que habrá una huelga general.
Arriba del escenario, y sobre todo abajo, se disparó el llamado a ponerle fecha al futuro paro. El líder de los halcones, Pablo Moyano, acompañó con su gente de Camioneros el reclamo por mayor dureza, que encendió la chispa de algunos incidentes.
Por estas horas, corren los pases de facturas gremiales, en los que será complejo separar la paja del trigo. En todo caso, resultará funcional a la estrategia de la cúpula de la central sindical. Allí se busca no romper los puentes de negociación con el Gobierno, que ya empezó a tomar alguna represalia con el envío de fondos destinados a las obras sociales, allí donde late el corazón de los gremios.
La convocatoria a una huelga sin fecha, aunque genere enojos y hasta pueda romper la unidad de la CGT, consagra la misión cumplida del trinomio en su idea de estirar plazos para dialogar con el oficialismo sin que se rompa la unidad gremial ni explote la presión de ciertas bases muy combativas. Algo así como decidirse a cambiar el significado de las siglas de la Confederación General del Trabajo por el de Cómo Ganar Tiempo. El resultado parece incierto.