Los políticos chamanes ofrecen una explicación moderadamente sencilla a nuestros males colectivos. La culpa es de los espíritus (para el chamán de toda la vida), los gobiernos (para el chamán liberal) o los mercados (para el chamán estatista). Y, obviamente, de las explicaciones de brocha gorda se derivan soluciones de brocha gorda.
El párrafo precedente resume un texto que el joven politólogo español Víctor Lapuente Giné escribió hace dos meses en el diario El País. Lapuente Giné se doctoró en Oxford, es profesor e investigador en el Instituto de Calidad de Gobierno en la Universidad de Gotemburgo y acaba de publicar el libro El retorno de los chamanes.
Lapuente Giné analiza ciertos fenómenos políticos europeos. Pero su tesis en torno al perfil hechicero de muchos líderes del viejo continente me resultó absolutamente aplicable a la Argentina en general y a esta campaña electoral en particular. Me guardé el recorte, mantengo esa cultura.
Se sabe que en tiempos de seducción preelectoral se dicen frases o se hacen promesas de difícil cumplimiento. En los últimos metros antes del ballottage de hoy, durante el famoso debate presidencial del domingo pasado incluido, Scioli y Macri abundaron en compromisos más cercanos a la magia que a la realidad. Simplificadamente, nos vienen explicando que vamos a bajar de peso y a ponernos en línea sin hacer ejercicio y comiendo helado.
Que se terminan las retenciones. Que se levanta el cepo. Que se llevan las jubilaciones al 82% móvil. Que llegarán inversiones por decenas de miles de millones de dólares. Que se reducirá el impuesto a las ganancias.
Algo no cierra o no nos están diciendo todo. Porque sólo se habla de los beneficios y nada se dice de los costos. Salvo que uno sea un malpensado y no los haya: se supone que los chamanes están dotados de poderes sobrenaturales para arreglar lo que hay que arreglar.
En tal caso, el punto no pasa solamente por la existencia de estos relatos “hechiceriles” de la política, sino sobre todo por qué pueden tener éxito. Acá, ahora, y en cualquier lugar y tiempo. Lapuente Giné ensaya una hipótesis:
“Gracias a experimentos científicos sabemos que nuestras altivas mentes rechazan la posibilidad de que los fenómenos complejos –grandes crisis, conflictos o desigualdades– sean el resultado de causas múltiples difíciles de desentrañar, unas causas que se pierden en el tiempo y en el espacio, y que nuestros intelectos no pueden aprehender en su plenitud. No. Nuestra mente protesta contra el caos. Queremos narraciones, historias causales simples que den sentido al mundo”.
El “chamanismo” podría ser una de las muchas explicaciones que darían contexto al triunfo cultural del kirchnerismo, que le permitió convertirse en el proceso histórico en continuado más largo de nuestra historia moderna, nada menos. Quienes compiten hoy por sucederlo, hablan de mantener lo bueno y cambiar lo malo del modelo. Qué será eso. Cómo será eso. Habrá que creer o reventar. Sin olvidar que para adivinar el futuro están los brujos