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la foto del desacuerdo en el acuerdo civico

Chasco mousse

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Un chasco es una burla, una broma pesada que puede hacer reír, pero no por ello deja de lastimar.
Mousse significa espuma, en francés.
Para lograr un buen mousse hay que romper huevos, batir las claras y las yemas por separado y luego unirlas en un producto que podrá ser dulce o salado pero, siempre y cuando salga muy bien, podrá ser elevado a la categoría de flor de merengue.
Chascomús quiere decir agua salada o laguna salada (que lo mismo da, ya que todas las lagunas son de agua) y no viene del franchute, sino del mapudungun, la “lengua de la tierra” de los mapuches, a cuyos descendientes ni se les vaya a ocurrir llamarlos araucanos, porque así los bautizó el invasor español y puede armarse la podrida.
Vaya pedazo de merengue que se armó en Chascomús esta semana.
Huevos rotos, revueltos.
Espuma espesa.
Y una Argentina que da risa, según batió Lilita Carrió, tras el buen chasco que se llevó al observar a su odiada Cristina Kirchner fotografiándose, juguetona y feliz, con su querido Ricardito Alfonsín nada menos que en la localidad-santuario del patriarca Don Raúl.
Giovanni Sartori, un filósofo tano contemporáneo que estudió bastante nuestra era massmediática, sostuvo hace unos años que la evolución del homo sapiens ha derivado en el homo videns, un ser bastante haragán y de reflejos ciudadanos casi nulos para quien una imagen llena más que mil palabras y que con lo que ve, le basta para dejarse llevar de las narices por quienes construyeron esa imagen y lo manipulan como si fuera una marioneta.
Yo creo que Giovanni exageró. Porque al igual que las palabras, las imágenes se interpretan. Más aun si de imágenes (y palabras) políticas se trata.
Fíjense, si no, lo que ocurría hasta el cierre de esta edición con la foto del merengue en Chascomús:
 Donde Carrió vio casi una foto XXX digna de berreta porno-site, el oficialismo vio apenas la inauguración de una fábrica de bloques de cemento y un merecido homenaje a Alfonsín padre al que Alfonsín hijo no podía faltar porque nobleza obliga, cosa que él refrendó tratando de desdramatizar el asunto.
 En línea con Carrió, comentaron el episodio los seguidores de Julio César Cleto Cobos, contracara de Alfonsín Jr. en la interna de la UCR. Y en línea con Ricardito y el Gobierno, al que se supone que se opone Ricardito, salieron a la cancha los opositores socialistas, radicales como Jesús Rodríguez y ex radicales siempre a punto de volver a serlo como Margarita Stolbizer.
Una foto protocolar alcanzó para demostrar hasta qué punto el Acuerdo Cívico se basa, por ahora, más que nada en superficiales desacuerdos. Y para que los muchachos peronistas, sabios creadores de la frase “compañeros son los huevos, pero a veces se chocan”, se sentaran chochos a degustar un mousse con bastante sabor a que en 2011 todo se dirima inter pejotas.
La misma foto, distintos mensajes. Según quién la cuente, CFK fue magnánima o le propinó una dentellada más al cadáver del refundador de la democracia, para apropiárselo por deglución. Se bancó compartir cartel con un adversario o sólo demostró una vez más que no hay mejor amigo que el enemigo del enemigo.
Algo así sucede al analizar el papel de Alfonsinito: actuó con el profundo institucionalismo de papá o sólo buscó mostrarse más flexible que Cobos.
Párrafo aparte para Don Cleto. Algunos de sus espadachines cuestionaron a Ricardo Alfonsín casi por kirchnerista, borrando de la película el dato de quién fue el segundo de la fórmula con que la Señora ganó en 2007.
Todo bien.
Todo mal.
El país es una pantalla de tevé partida en dos.
El homo videns se enfrenta al chasco de seguir viendo en blanco y negro lo que la policromía nos legó.