El consorcio conformado por las empresas British Petroleum y China National Petroleum Corp fue el único postulante exitoso en la subasta de gas y petróleo que lanzó en junio el gobierno iraquí. Obtuvo Rumaila, la joya de la corona de un país que es el tercer poseedor de reservas probadas. El yacimiento tiene la capacidad de brindar 1,1 millones de barriles diarios, sobre un total nacional de 2,4 millones. Han Xiaoping, un analista en energía, afirmó que China “debería hacer uso de semejante oportunidad”. Dentro de un país de riesgo, Gran Bretaña y China han evaluado que no hay riesgo mayor que desentenderse de la provisión futura de combustible.
El 29 de junio Irak celebró el comienzo del repliegue de las tropas estaounidenses hacia zonas no urbanas y declaró festivo el 30 como día de la soberanía nacional, para decepción del Pentágono. Barack Obama ha anunciado planes de retirar todas las fuerzas de combate estadounidenses para el 31 de agosto de 2010, con una permanencia de entre 35 mil y 50 mil militares hasta el desmantelamiento definitivo, a fines de 2011.
Luego de seis años de confrontación, murieron más de cuatro mil soldados norteamericanos, un millón de civiles, según algunas fuentes no gubernamentales, y se gastaron más de 600 mil millones de dólares. La premisa de la coalición internacional que desató la III Guerra del Golfo era que “se invadió sin autorización de la ONU y el mundo no se derrumbó”.
Fue cierto: no se había derrumbado, aún. Aquellas palabras de Richard Cheney, ex vicepresidente de George W. Bush, a propósito del colapso soviético, en el sentido de que era menester impedir el surgimiento de otra potencia para permitir la supremacía transatlántica, han perdido autoridad. El analista Andrew F. Krepinevich sostiene que algunos episodios de los años recientes demostraron que los métodos de proyectar poder y acceder al patrimonio global evidencian su obsolescencia, transformándose en “activos amortizados”.
La combinación entre el avance de las tecnologías militares, el continuo progreso de nuevas potencias como China, y la vigencia de tácticas enemigas no convencionales, hace cada día más prohibitivo en términos de bolsa y de vida para los Estados Unidos experiencias para controlar áreas que considera vitales. El presidente Barack Obama dijo recientemente que la guerra en Irak fue un conflicto por elección, mientras que la guerra en Afganistán es “por necesidad”.
El propio secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, se inclinó por fuerzas convencionales más “balanceadas” (velocidad, capacidad de maniobra, flexibilidad, uso del factor sorpresa), en equilibrio con el tipo de conflictos irregulares a los que debe hacer frente, lo que equivale a decir que es necesaria una profunda revisión estratégica de la posición de los Estados Unidos en el mundo.
Luego de años de charangas, explosiones y sangre, la sensatez de Joseph S. Nye suena como una filarmónica: “Quienes establecen las políticas estadounidenses deben darse cuenta de que hoy el poder no pasa sólo por la fuerza de nuestra espada sino por la fuerza de convicción de nuestras ideas”. Sin embargo, desprogramar al planeta de confrontación desigual y supremacía megalómana aparece como un cometido hercúleo.
Seis años después de la invasión de Irak conducida por los Estados Unidos, el panorama político del país se presenta inestable. Irak es una mayólica tribal caracterizada por la división religiosa entre sunitas, chiitas y kurdos y agravada por la presencia de bolsones de resistencia que obstaculizan el escuálido proceso de reconstrucción. Edward Morgan Forster, el novelista inglés, refiriéndose a la conquista de Alejandría a manos del poeta y general Amr, en el año 642, dijo que “aunque no era ésa su intención, la destruyeron como un niño jugando con un reloj; no volvió a marchar bien durante cerca de mil años”. ¿Irak?
La propia fragmentación de la resistencia iraquí induce a predecir sucesivas espirales de violencia. El Grupo Yihad y Reforma, que incluye al Ejército Islámico de Irak y al Ejército de Protectores de la Sunna, cree que el objetivo de la lucha armada debe ser el enemigo que ocupa el país. El nuevo partido Baaz no olvida vengar a Saddam Hussein, a quien llevaron al poder mediante un golpe de Estado en 1968. Al Qaeda pretende la ampliación del enfrentamiento a otros frentes.
El miércoles pasado, varios coches bomba y proyectiles lanzados por morteros causaron casi un centenar de muertes y más de 500 personas heridas en diversos puntos de la capital de Irak. La primera explosión se produjo en las proximidades del Ministerio de Finanzas; diez minutos más tarde, otro camión cargado de explosivos estalló junto al Ministerio de Asuntos Exteriores. Dos proyectiles de mortero cayeron dentro de la Zona Verde, la más protegida de Bagdad, uno de ellos cerca de las oficinas de la ONU. Las autoridades iraquíes responsabilizaron a baazistas y extremistas islámicos de Al Qaeda. Los atentados son los más graves que se producen desde la retirada de las tropas estadounidense de las ciudades y ponen en cuestión la aptitud de las fuerzas de seguridad iraquíes para hacer frente a la violencia.
A fines de junio pasado, el almirante Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, en viaje a Polonia, consideró que la seguridad en Irak era “buena”. “Hay ciertos extremistas que tratan de llamar la atención”, añadió. A juzgar por la carnicería, lo han logrado. Algunos diputados del partido del primer ministro iraquí, Nuri al Maliki –que afronta elecciones en enero de 2010–, acusaron a Arabia Saudita de fomentar la porfiada violencia. El Pentágono piensa que la insurgencia tratará de sumir al país en el caos durante los meses que quedan hasta las elecciones nacionales.
Rumaila forma parte de un paquete de seis yacimientos petrolíferos y dos de gas que licitó el Ministerio de Petróleo iraquí para recuperar su industria petrolera, golpeada tras los seis años de conflicto y las duras sanciones internacionales vividas bajo el régimen de Saddam Hussein. Es la primera vez en 37 años que Irak abre el negocio del petróleo y el gas a las grandes compañías extranjeras tras su nacionalización. A pesar de los pesares, China estuvo allí.
Acaso Irak no tarde mil años para volver a funcionar, como Alejandría, aunque el sufrimiento que queda por delante sea mayúsculo. La apuesta de China lo obligará a colaborar con que suceda lo primero y a ayudar para evitar lo segundo. Misteriosamente, mira la cima cada vez desde más cerca.