Ya en 1880 la Argentina se autoabastecía de trigo. Hoy, por la persistencia del gobierno en las pésimas políticas que desincentivaron la producción, llegamos al absurdo de estar analizando su importación. Esto equivale a haber retrocedido, en términos productivos para el trigo, más de cien años. Si todavía no se importó el cereal no es porque no haga falta, sino porque las autoridades pretenden esconder el fracaso anunciado de una torpeza sin límites.
Como consecuencia, hoy llegamos al sinsentido de evaluar la necesidad comprar trigo o harina a nuestros países vecinos o a otros competidores.
Se pueden evitar titulares de los diarios, pero lo que no puede frenarse es el precio del pan, que subió 35% en mayo producto de la escasez de trigo y del aumento del precio de la harina.
Nos preguntamos donde quedó el cuidado de la tan mentada mesa de los argentinos.
Tildaron a la Sociedad Rural Argentina de agorera cuando, en 2009, apoyada en datos de su Instituto de Estudios Economicos, vaticinó que habría que importar trigo. Es que, el cierre de las exportaciones generó una millonaria transferencia desde los productores hacia los exportadores y molinos inducida por el gobierno al no permitir la sana competencia entre el mercado interno y el externo.
Transferimos, desde 2006, cuando empezaron los controles, un total de US$ 6 mil millones. El productor nunca recibió un valor razonable por su cosecha y hasta en ocasiones no pudo vender su trigo. Esto hizo caer la intención de siembra hasta llegar, en la campaña pasada, a una superficie sembrada que apenas superó las 3 millones de hectáreas, la menor en 110 años, con una cosecha de 9,2 millones de toneladas.
En 2007/2008, se habían sembrado casi seis millones de hectáreas y se cosecharon más de 16 millones de toneladas, es decir casi cinco veces de lo que requerimos en nuestro país para abastecer de pan a todos los argentinos.
Y tenemos que escuchar anuncios del gobierno como el Trigo Plus o la devolución de las retenciones a los productores de hasta 800 toneladas de trigo. Nada de esto se cumplió.
Últimamente, la promesa de la devolución de las retenciones en 2014. ¿Porqué vamos a creer en este anuncio? ¿No es acaso mas fácil, si verdaderamente se busca incentivar la siembra de trigo, eliminar las retenciones? Si realmente las van a devolver, no queda claro porque nos sacan las retenciones antes.
La solución pasa también por eliminar los Registros de Operaciones de Exportación (ROEs) y liberar las ventas externas. Con ese sistema, nunca en la Argentina faltó trigo, ni pan.
Pero se insiste en la prohibición de exportar, o en mantener cupos para las ventas al exterior. Y se destruye, con el trigo, la vida de miles de pueblos que dependen de este cultivo.
Nuestro país tiene la fortuna de poder sembrar soja sobre el trigo en la misma campaña en un 75% de la superficie dedicada al cereal. Este doble cultivo ayuda a mantener la buena estructura de los suelos; a prevenir la erosión; a controlar mejor las malezas y enfermedades, y a una mayor rotación.
Para producir en forma sustentable, la tierra necesita del trigo. El trigo es pan y es también trabajo. Cuando se siembra trigo antes de la soja, el campo no se paraliza en el invierno y hay doble pasada de sembradoras, cosechadoras, fumigadoras, camiones, fertilizantes y servicios. Se mueve dos veces la economía del interior.
Sin embargo, así como estamos perdiendo un mercado tan natural y con ventajas arancelarias significativas para el trigo como el brasileño, hemos perdido otra vez una excelente oportunidad. Esta situación está lejos de revertirse, porque no existen incentivos a la producción, y los aumentos de costos internos y la asfixiante presión fiscal licuan la rentabilidad.
La ausencia de una política agropecuaria seria y de largo plazo está destruyendo las principales actividades productivas del país. Una de ellas es el trigo, que llegó a ser un verdadero emblema nacional reconocido en todo el mundo pero que hoy se está pensando en suplir desde otros destinos.
*Presidente de la Sociedad Rural Argentina.