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Circuito cerrado

Las compañías de cable brindan a los consorcios un servicio de portero eléctrico, un canal que está siempre último, junto a los más lejanos canales culturales o religiosos, donde se ve las 24 horas la puerta de entrada del edificio. Es mi canal favorito, aunque no entiendo bien para qué sirve.

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Las compañías de cable brindan a los consorcios un servicio de portero eléctrico, un canal que está siempre último, junto a los más lejanos canales culturales o religiosos, donde se ve las 24 horas la puerta de entrada del edificio. Es mi canal favorito, aunque no entiendo bien para qué sirve. ¿Es para grabar a todos los que entran y salen?, ¿para que los vecinos se espíen entre sí?, ¿para ver cómo está vestido el que toca el timbre? Se ve la calle, la gente que pasa. El personaje principal es el portero, que a las cinco de la mañana está baldeando y a las cinco de la tarde está de traje, mirando pasar las chicas. Un momento de gran acción es cuando va hasta el cordón de la vereda, patea un pucho a la alcantarilla, fuera de sus dominios, y vuelve a su sitio como pensando algo. Los extras que pasan tienen actuaciones impecables: el cartero que duda, mira la numeración, toca timbre; la chica que se detiene, se pone gotitas en los ojos, sigue; la pareja de turistas maduros, de pelo corto, con las mochilas paranoicas puestas hacia adelante; el padre que sale con la hija de la mano; dos mujeres embarazadas, primero una, enseguida la otra. La supuesta realidad convertida en un reality, un Truman Show que no termina nunca. Lo que se ve en ese canal particularmente es que, desde el punto de vista cinematográfico, el azar hace todo muy bien. Es el mejor guionista, el mejor director. Al azar no lo amedrentan las casualidades, las repeticiones. Y tiene un timing perfecto. Si uno ve en el cine los intentos por copiar el azar, siempre fallan. En las películas los extras por la calle pasan demasiado equidistantes, a ritmos demasiado uniformes y con fisonomías demasiado variadas: un alto, un gordo, un chico con un globo (nunca pasan dos embarazadas, una tras otra). Por eso siempre que, haciendo zapping, me topo con el canal del portero eléctrico me acuerdo de la frase de un amigo poeta que me dijo: “Qué bien que escribe Dios aunque no exista”. Creo que tiene razón.

Aunque no exista, Dios, o el azar, o el devenir, se lleva todos los Oscar: mejor director, mejor guión, mejor actuación, mejor banda sonora.

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