Ejemplos del verano, parte de un repetido ADN argentino, explicativo tal vez de la fotografía en declive que caracteriza al país. Como siempre, hubo amenazas de saqueos, piquetes e invasiones para fin de año hasta que el Gobierno les entregó plata y obras sociales a las organizaciones demandantes, como si fueran sindicatos. Justo a los que dicen estar contra los sindicatos. Reinó luego la calma, nadie se alarmó en sus casas, para Macri fue un triunfo tener las fiestas en paz. Como se sabe, en general, cuando compra no mira los precios.
Hoy se replica el mismo formato para la cuestión docente, sin importar siquiera el signo del Gobierno: es lo mismo Scioli que Vidal. O viceversa. Se reitera la intimidación habitual: no empezarán las clases en buena parte del país si no se concede un reclamo salarial que pretende el doble de lo que ofrece la gobernadora (l8% a 35%). Un cliché argentino este ejercicio, multiplicado por años, del cual nadie parece aburrirse.
Judicialmente, Arribas no tendría problemas. Pero políticamente es insalvable
Siempre igual, como el responsable de Seguridad (Cristian Ritondo), que luego del Operativo Sol o Verano, afirma haber bajado la criminalidad en la Provincia con el mismo esmero estadístico que, por ejemplo, empleaba León Arslanian en otra década. Saldo: la gente compra más cerraduras, alarmas y cámaras.
Otra penuria pública inexplicable, de nunca acabar, envuelve al jefe de los espías, Gustavo Arribas, por un dinero depositado en su cuenta, según confesó un intermediario de Odebrecht. Judicialmente no tendría problemas, políticamente es insalvable. Sorprende que un gobierno con tantos abogados ilustres ni siquiera haya iluminado una razonable declaración al respecto. El funcionario ha quedado expuesto por contradicciones ilevantables y con la certeza de que hay un conflicto político en su entorno: la influyente Elisa Carrió lo ubicó como un blanco, al igual que a su segunda, Silvia Majdalani; parece responsabilizarlos por una pesquisa en su contra que la vincula a un grupo económico dedicado a la energía. Material subterráneo, cloacal, como en otros tiempos, otro cliché. Por no hablar de otro profesional del rubro que, en su momento, investigó a Macri, lo tuvo al borde del abismo y hoy objetivamente es el héroe de Macri por su odio y venganza contra Cristina.
La dictadura militar. También persiste, en esa misma repetición de senderos, la controversia pertinaz sobre la cantidad de desaparecidos durante el régimen militar ocurrido hace treinta años, que aún provoca renuncias o pedidos de dimisión y hasta cambio de decisiones presidenciales, como la marcha atrás con el feriado del 24 de marzo. Es que, como un cliché, en la función pública debe ser uniforme el pensamiento sobre este tema, aunque ése no sea el pensamiento de los funcionarios. Hasta es incorrecto precisar la información sobre la totalidad de víctimas, detalle que le costó el cargo al radical Darío Lopérfido hace unos meses, cuando solamente trasladó datos que había hecho explotar con valentía Graciela Fernández Meijide en el mismo club de los derechos humanos.
Ahora el protagonista de la disputa perenne, Juan José Gómez Centurión, un ex comando que controla la Aduana, concentra tantos denuestos que Macri no sabe qué hacer con él: excluirlo por segunda vez de la Administración o mantenerlo en el puesto padeciendo escarnio por ser imputado de derecha y proclive a las dictaduras castrenses. Justo, además, cuando ciertas investigaciones de Gómez Centurión sobre la efedrina han encontrado eco en instancias internacionales y complicarían a laboratorios en ese tráfico y negocio. Más lectura para la playa, arena de todos los años, otra pieza del lugar común nacional.
Macri no sabe qué hacer con Gómez Centurión al concentrar tantos denuestos
Tarifazo. Lo mismo con la polémica por las tarifas, sartenazo inconcluso a la clase media con el cual la Jefatura de Gabinete (más bien Gustavo Lopetegui, la oculta sombra en materia económica) imagina bajar el déficit fiscal sin contemplar quizás otras taras del Presupuesto.
Dos meses atrás suponían, por ejemplo, junto al Banco Central, que si liberaban el precio del petróleo a niveles internacionales podrían reducir el precio de las naftas: ocurrió al revés, debieron subirlo. Un cliché de los calculines, de repetir que el Estado se debe manejar como una empresa cuando, lamentablemente, no es una empresa y abundan en el mundo escuelas de Administración Pública que casi nadie ha cursado en el país.
Para colmo, fantasean con el albur millonario que aportará Vaca Muerta y la alegría de haber logrado una prudencia sindical que permitió eliminar algunos privilegios insólitos en los convenios colectivos petroleros para favorecer futuras inversiones (prebendas que concedió el Estado, también).
Pero el capítulo del lugar común gremial sigue en esta nota Clishé (parte II)