El thanatoturismo, también conocido como “turismo oscuro” a partir de 1996, es una práctica consistente en destacar zonas donde hubo tragedias, históricas o resultantes de catástrofes naturales, estableciéndolas como recordatorios urbanos y/o centros de atracción para viajeros. En tantos siglos de civilización, era previsible que la humanidad acumule dramas de todo color. Campos de concentración, tumbas célebres, memoriales en lugares donde hubo fusilamientos, atentados, terremotos o víctimas de la violencia policial, se despliegan a lo largo de todo el mundo, con preminencia de Europa y Estados Unidos. Es un rubro tan variopinto como para abarcar lo institucional con sus placas recordatorias, y lo espontáneo, como el gesto de dejar flores en el árbol de Saint-Germain-des-Prés, cerca del que asesinaron el año pasado al rugbier argentino Federico Aramburu. Localmente, tanto en la provincia de Buenos Aires como en CABA, la memoria más reciente de lo trágico está presente en la zona de Once por Cromañón y el accidente ferroviario de 2012, o en el cambio de nombre de la clásica estación Avellaneda, por Darío Santillán y Máximo Kosteki, entre otros ejemplos.
En Dr M., película de 1990, la palabra Thanatos aparece asociada a un club (tal vez en homenaje al Club de los suicidas de Stevenson) que es, en rigor, un experimento destinado a llevar personas a desear la propia muerte. Ducho para criticar a la sociedad contemporánea a partir de la ficción, su director, Claude Chabrol, aseguraba que una buena narración debe contener al menos un crimen para hacer avanzar mejor la trama. Desde hace tiempo, en la Argentina se habla de diferentes narrativas aplicadas a la política. Se habla de relato, de escenario, se insiste en trasvasar formas propias de la ficción a la realidad. “El problema es que el crimen es más interesante en la ficción –aclaraba Chabrol–, aunque ir a fondo contra un enemigo parece ser la única forma de rebelarse, es una rebelión inexcusable en la vida real. Estaría bien que la gente se rebele más, pero necesita encontrar nuevos medios”.
Es probable (aunque siempre se esperen milagros) que el próximo gobierno depare, con intensidades diferentes de acuerdo con quien gane, problemas como los que venimos acumulando. Quienes no logramos entusiasmarnos con los candidatos, ni tenemos la capacidad de ser optimistas, creemos que seguirá habiendo motivos para la rebelión. Pero ¿cómo rebelarse sin sumar nuevas plazas al turismo oscuro ni transformar el país en un enorme Club Thanatos? Quizás, en alguna otra película de Chabrol encuentre la respuesta.