Había que romper. ¿Cuándo? Pronto, de inmediato. No se podía comulgar con la filosofía de los cepos. Basta ver el gráfico, para entender el diagnóstico, sin palabras aún así se ve clarísimo.
¿Cómo? Como se pudiera, con ayuda de los bancos o sin ella.
El equipo económico ha ganado la primera batalla, la de la variable “dominante” en la Argentina a lo largo de muchos años: el dólar.
Al mismo tiempo, la liberación y/o disminución de retenciones, más un mejor tipo de cambio, dinamizará a un sector ya complicado desde el exterior con precios en baja, y sobrecastigado fuera de toda lógica en los últimos años, en particular.
Quedan varios temas para ir resolviendo, y, de entre ellos podemos dividir en los de corto y los de largo plazo.
A corto plazo, la inflación juega un rol dominante y el Gobierno lo sabe: al acomodar las variables, se producen reacomodamientos de precios, algunos justificados (los menos) y otros “oportunísticos” los más…
En esto, y dentro del marco de la libertad de mercado, habrá que negociar primero, y tomar medidas si este diálogo no llega a buen puerto. Está más que claro, que los asalariados no deben ser quienes “paguen la factura”, más cuando ésta no es totalmente “genuina”.
La otra variable clave es la tasa de interés: a través de la colocación de Lebacs, se convalidaron tasas del 39% en “corto” y del 35% “en largo”. Esto es demasiado alto, previsor para la hora de soltar amarras del cepo cambiario, pero inestable obviamente con un valor estable de la divisa.
Recordemos que no son tasas pasivas, pero tampoco activas, excepto para los bancos y agentes del sistema financiero. Este piso de tasas, eleva en forma exponencial las activas para las pymes. No sólo en los bancos, sino en los agentes parafinancieros, destinos finales de la gran mayoría de cheques en circulación. Con este valor de Lebacs, las tasas para pymes son de tres dígitos, nada compatibles con trabajar y producir: como dicen los empresarios que recurren a esa forma de financiamiento “no hay con qué darle”.
Recordemos que el sistema bancario, asiste a las pymes en grado ínfimo, que si bien ha mejorado con los años, la base es tan pequeña que aún se podría decir que es inmaterial a la necesidad de dicho capital de trabajo. Más aún en las empresas de servicios, que además tienen problemas de adecuación normativa para el BCRA, que aún pareciera no ha entendido que su desempeño no depende de su patrimonio (stock) sino de su facturación (flujo).
En síntesis, la inflación y las tasas son las otras variables a bajar de inmediato. Decirlo es fácil, hacerlo ha de costar tiempo. Cuanto menos, mejor para todos, obviamente.
En cuanto al largo plazo: muchas cosas de nuestra economía hoy por hoy no son competitivas, ni a niveles internacionales, ni siquiera regionales.
Hay sectores que ya ni un valor del dólar de $ 40 los salvaría, dado que tienen problemas estructurales graves, como el frutihortícola. Para éste habrá que buscar otras fórmulas, mucho más parecidas a ayudas puntuales para sostener una industria muy cíclica. ¿Subsidiarla ahora? Podría ser, pero “anotando” para cuando el mercado “vuelva” como lo hará en el futuro.
El sector energético necesita reordenarse: los subsidios, las tarifas, pero no puede detener su avance tanto en energías convencionales como en las modernas, como la eólica. Sin ir más lejos, sorprende Uruguay en los logros al respecto. La Argentina tiene todo para hacerlo.
El sector textil argentino es digno de un estudio más profundo. Su composición de precios es sencillamente inentendible. Los “trapos” cuestan fortunas en Argentina en comparación con casi cualquier otro que queramos comparar. ¿Ineficiencia? Puede ser, pero ha crecido con márgenes muy elevados, y habrá que ver cómo se adapta. No será fácil.
Por el lado del financiamiento, ya he escrito mucho sobre la antigüedad de la normativa y filosofía del BCRA, cuyo presidente debe estar un tanto ocupado estos días, luego de lo cual, debería repensarse el mecanismo de lending, ya obsoleto en el mundo hace decenas de años, con el cual aquí insistimos. Plata contra “balance” en lugar de financiamiento automático del capital de trabajo. Así Brasil despegó, con la famosa “duplicata”. Y si el sector público logra inversiones de magnitud, con este tema sin resolver, habrá un gran cuello de botella para los privados, a todo nivel. Alguien debería ya ir estudiando el tema, los números están disponibles.
Las soluciones, son muy sencillas, hay varias. Algunas hasta pueden normarse desde el BCRA.
Otro tema de largo plazo es la política de inversiones en infraestructura: sería ideal seguir el gran cambio en el sistema ferroviario, en un país con gran cohesión interna, ideal para éste. Ciudades populosas (Mendoza, Córdoba, Rosario, Buenos Aires, La Plata, Mar de Plata, Bahía Blanca) con sólo llanuras de por medio, son ideales para trenes modernos. Esto no es un sueño, los costos de éstos han bajado muchísimo, y los proveedores de distintos países compiten y financian casi la totalidad de las inversiones. Y esto, reactiva. Complementado además con un mejor sistema de cargas, esos son los cambios que mejoran la competitividad. Además de generar tránsito permanente y comunicación entre las distintas economías.
Luego podríamos mencionar muchas otras inversiones necesarias: rutas, autopistas, puertos, aeropuertos, hospitales, escuelas, etc.
La Argentina tiene un muy bajo nivel de deuda respecto de su PBI, lo cual habilita pensar en que con un crecimiento promedio los próximos cuatro años del 4 o 5%, nuestro país podría incorporar inversiones y deuda para infraestructura de hasta US$ 150 mil millones: dinero para un nuevo país.
Este era el cambio que hacía falta hace cuatro años atrás. Pero bueno, el pasado lo que no tiene es remedio, decía Serrat, y el futuro es más que promisorio, si aceptamos con paciencia que las salidas no son automáticas ni mágicas. Requerirán de paciencia y aceptar el reacomodamiento.
Ojalá todos los políticos lo entiendan, han sido invitados a ser protagonistas de este cambio, ojalá se sumen. Argentina promete, entusiasma, y desde el exterior desean que los BRICS, tengan una A al final. ¿Por qué no? Se puede.
*CEO de First.