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molestias

Como agua que corre

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“No digas nada”, murmuro al teléfono a horas rarísimas para estar atendiendo llamadas. Si estuviera en Buenos Aires no habría respondido la llamada. Pero estoy en Río de Janeiro y lo que suena es el teléfono del hotel. Me maldigo por haberle revelado mi destino y mi número local. “No digas nada, Flor”, repito. “Hablamos después” (tengo la esperanza de salir del hotel antes de que llame de nuevo). Le preocupan las declaraciones del Coqui sobre la pobreza. “¿A vos te parece? Si me preguntan, ¿qué digo?”. Por ahora, nada.

El Coqui dijo que la pobreza ha sido “prácticamente erradicada”, lo que significa que habrá que pensar cómo resolver “teóricamente” la proliferación de personas durmiendo en las calles de Buenos Aires, los persistentes cartoneros, los piquetes de cualquier cosa y a toda hora, esas cosas. Se me ocurre una solución teórica y preparo su formulación para el fatal rellamado. Me pongo en la piel de la protagonista de Secretaria ejecutiva, que, como un Auguste Dupin del siglo XX, encuentra la verdad relacionando titulares de revistas. La identificación no es tan caprichosa como parece: cruzo la bahía de Guanabara todos los días en el ferry, como un trabajador suburbano más, escuchando Let the River Run, cantada por Carly Simon. “Son locos”, ensayo. “Los que duermen en la calle y andan con carritos juntando basura son locos”. He leído que la nueva Ley de Salud Mental reduce significativamente los tiempos de internación e impide la creación de nuevos neuropsiquiátricos. Ergo: los locos andan en la calle (el mismo efecto que la antipsiquiatría produjo en Italia a partir de la década del 60). No conozco ni la ley ni sus efectos, porque no tengo tiempo de investigar el asunto pero, como la protagonista de Secretaria ejecutiva, soy una working girl que no necesita más que una fotografía y un titular para promover una fusión empresarial de envergadura. ¿Por qué habría yo de tener reparos en proponer una mera interpretación de la realidad a partir del mismo método? Si no hay pobres, porque el poder lo dice, los que parecen pobres, esas legiones urbanas en crecimiento constante, deben de ser locos sueltos (los que se quejan del aumento del gas también van camino de lo mismo). “Decí que son locos, Flor”. Le va a costar hacerme caso, lo sé, porque su comprensión es lenta, pero como en todos los casos anteriores, va a terminar siguiendo mis consejos (le dije que insistiera con el traslado de la Capital Federal y, años después, el asunto prosperó aunque el destino no nos entusiasme; le dije que pusiera un tren al Aeroparque y a Ciudad Universitaria y años después la obra ya está en marcha). Cuando llegue a presidente, es probable que deje de molestarme tan temprano a la mañana, pero por ahora, Flor no cesa de pedirme consejos que la ayuden a seguir creciendo. Tarareo en la ducha: “Deja correr el río/ deja que todos los soñadores/ despierten a la Nación”.