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crisis, de adentro y afuera

Cómo comprarse una recesión

La recesión global tiene una génesis muy distinta a la recesión argentina, que ya se nota hasta en las estadísticas oficiales.

Szewach
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La recesión global tiene una génesis muy distinta a la recesión argentina, que ya se nota hasta en las estadísticas oficiales. La de allá nació de una crisis de sobreendeudamiento. Mucho tiempo a tasas muy bajas generó un aumento de la demanda por activos reales y financieros (“inflación en el precio de los activos”) y un incremento en las ganas de las empresas por endeudarse. Las familias veían crecer el valor de sus casas, de sus acciones y de sus bonos, los dejaban en garantía y tomaban deuda, o gastaban de más, dado que no necesitaban ahorrar, porque la suba de los precios de sus activos ahorraba por ellos.

Las empresas, con tasas tan bajas y consumidores con ganas de gastar, encontraban todos sus proyectos rentables para endeudarse. Para proveer esos bienes, se demandaba más materiasprima, dando lugar a subas de especulativas en los productos con menor respuesta de oferta en el corto plazo, commodities industriales y agrícolas.

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Cuando los precios de los activos dejaron de crecer, porque las tasas de interés comenzaron a subir, este castillo de naipes se desmoronó. Las familias vieron que sus casas perdían valor más rápido que lo que ellos podían cancelar sus deudas, y empezaron a vender activos para pagarlas, mientras los bancos endurecían las condiciones de crédito. Las empresas trataron de bajar su endeudamiento, vendiendo activos.

Las familias dejaron de consumir y se pusieron a ahorrar. Las empresas sin crédito y sin demanda dejaron de producir. Los bancos, con activos y créditos que perdían valor y deudas con sus acreedores, dejaron de prestarse entre ellos y de prestar a las empresas y a las familias y a acumular liquidez para no quebrar. La globalización transmitió al mundo esa menor demanda.

¿Cuándo se frena este proceso? Cuando la relación de endeudamiento vuelva a niveles razonables para las familias y las empresas. Cuando el valor de los activos deje de caer y las deudas se cancelen.

¿Falta poco? No se sabe. Los gobiernos tratan de crear las condiciones para que los activos dejen de caer y recomponer el crédito. Y gastan para mantener la demanda. Pero la decisión final será de las familias y las empresas. Cuando se sientan “cómodos” con sus nuevos balances entre activos y pasivos, la crisis habrá pasado y la economía mundial volverá a crecer.

La Argentina no tuvo una crisis de sobreendeudamiento. Hace rato que vivimos de contado. Tampoco tuvimos burbujas en los activos, salvo algunas propiedades, por “rebote” de la burbuja global.

Lo que tuvimos fue el efecto de una megadevaluación, que licuó el precio del trabajo y el boom de los precios de las exportaciones. Bastaba con cuidar que el gasto público no desbocara la inflación para que el dólar pudiera seguir caro en la Argentina, manteniendo la competitividad de la industria y bajos los costos de insumos para el agro.

Incentivar la producción de exportables. Hacer crecer el salario real lenta pero sostenidamente, por mayor empleo y productividad. Tratar razonablemente a los acreedores, para que la deuda pudiera ser renovada a tasas y plazos pagables. Y ahorrar los excedentes de recaudación del boom de los commodities. Un marco regulatorio e institucional para la inversión privada en infraestructura.

Pero el gasto público explotó, con los precios internacionales, llevando la inflación al 30% anual y destruyendo la competitividad cambiaria. Se mintió con la inflación, estafando a los acreedores, e impidiendo colocar nueva deuda. Se prohibieron exportaciones, desincentivando la producción. Y se creó un clima anti-inversión que alentó una violenta salida de capitales. Se hizo lo contrario de lo que había que hacer.

Y ahora estamos sin fondos para el gasto público, sólo hay fondos para “anunciar”. Instrumentando tarifazos de apuro en electricidad y gas. Buscando a quién expropiar para financiar la campaña electoral. Sin posibilidades de aumentar el crédito, por la salida de capitales y la idea de “dólar barato”. Con las provincias quebradas.

El kirchnerismo se compró, por lo tanto, una recesión totalmente innecesaria. ¿Se animará, después de las elecciones, a hacer los ajustes que hay que hacer? ¿Lo salvará el FMI, prestándole fondos? ¿Se irá para que el trabajo sucio lo hagan otros y poder volver en el futuro? Continuará...