Hoy por hoy ya casi nadie se espanta por la visión de un culo al aire. Lo que fue obsceno alguna vez está desde hace tiempo admitido en escena. No obstante, hemos dado un respingo con las fotos que en estos días circularon en la red. Y eso porque la festiva mostración de glúteos y tangas correspondió en este caso a unas chicas muy risueñas que integran el ejército israelí.
Sabemos que la asociación entre la guerra y la acción total proviene de una distorsión acaso cinematográfica. Mucho antes advirtió Von Clausewitz que la verdad es exactamente la inversa: el tiempo en el ejército transcurre en su mayor parte en la inacción, en horas muertas, largas esperas, pruebas de resistencia para la paciencia y para la ansiedad. Dino Buzzati escribió una novela sobre esta misma base.
Es por eso que los soldados se aburren, sean hombres o mujeres, y es por eso que en ocasiones buscan un divertimento. Lo obsceno o la simulación de lo obsceno es a menudo un motivo de gracia. No da igual, sin embargo, según creo, si uno integra una fuerza militar que ha perpetrado obscenidades de guerra. Y es posible reconocer eso (posible y necesario) sin desconocer las miserias del terrorismo ni pasar por alto las muchas veces que el antisemitismo se disfraza de antisionismo.
La obscenidad en el ejército de Israel ha estado expuesta no pocas veces en sus acciones de guerra. Por eso no cabe ninguna obscenidad más, ni siquiera como juego, porque satura e irrita. A subirse los pantalones, entonces. A cerrar el culo y a buscar la paz.