Ramón Angel Díaz está de vuelta. El retorno se lo habilitó San Lorenzo y no River, como seguramente él lo había soñado después de hablar con Daniel Passarella, en la febril campaña electoral de 2009. El Ciclón tuvo un primer semestre pésimo y recurrió al Pelado, que fue el último campeón. Sin embargo, las cosas aparentan ser diferentes en muchos aspectos.
El primero está en la nómina de futbolistas. El San Lorenzo campeón de Ramón Díaz (Clausura 2007) tenía un potencial que el de hoy no tiene, dicho esto con el debido respeto. Ese plantel tenía entre sus integrantes a Orión, Tula, Méndez, el Lobo Ledesma, la Gata Fernández, el Pocho Lavezzi, Cuqui Silvera, Malevo Ferreyra, Adrián González, Hirsig… Cuando llegó Ramón, el desafío era “qué iba a hacer el Pelado con un equipo sin figuras”. Hizo lo que hacen los buenos entrenadores: él los convirtió en figuras. Es más, Lavezzi estaba con un pie en River, y una tarde tenía que ir a firmar su contrato. Ramón lo convenció de las bondades del equipo esa mañana y Pocho se quedó. No sólo se quedó, además la rompió y fue vendido al Nápoli, donde es figura y estuvo a punto de ganarse un lugar para ir al Mundial. Además, les dio vuelo propio a pibes como Voboril y Bianchi Arce, y les brindó oportunidades a chicos que después se afirmaron, como Bottinelli y el ahora volante central de Independiente, Walter Acevedo. Trajo a Aureliano Torres, a quien los hinchas discuten, pero que tuvo mucho que ver con que San Lorenzo fuera un equipo más ofensivo.
La segunda diferencia es el dinero. Ya no está Marcelo Tinelli como mecenas o como contacto de gente que oficie de mecenas. Entonces, San Lorenzo, además de deudas, tiene dificultades para sentarse a negociar por un jugador, porque maneja márgenes muchísimos más estrechos que hace un par de años. Por ejemplo, Ramón pidió a José Sand, de excelente presente en Qatar o, en su defecto, a Fernando Cavenaghi, que ya no es titular en el Girondins de Bordeaux. El club, con plata de Tinelli y/o asociados, convenció de venir a D’Alessandro, Placente, Solari y Bergessio, todos jugadores de elite que estaban en Europa. Ahora, sin Marcelo, todo es más difícil. Sand ya dijo que quiere ir a San Lorenzo: “Es difícil decirle no a Ramón Díaz. Pero acá cuando dicen no, es no y es casi imposible poder convencerlos de lo contrario”, declaró el goleador.
Cavenaghi, en tanto, le cerró la puerta a River porque una vez “Passarella lo trató como un extraño”, según manifestó Néstor Sívori, su representante. Sívori es hijo del genial Enrique Omar y está enfrentado con Passarella desde hace años. Cavenaghi dijo que mientras el Káiser sea el presidente, no va a jugar en River. En San Lorenzo sí, pero va a haber que pagarle un dinero que es altamente improbable que la institución de Boedo consiga en el corto plazo. El Lobo Ledesma es otra constante aspiración de Ramón, aunque en este caso la dificultad económica es menor que la profesional. River está negociando con el jugador y está cerca de quedárselo. Para el Pelado es clave, así que confía en sus dotes de encantador.
El final del ciclo anterior no fue bueno para Ramón Díaz. Como le ocurrió en River 2002 –cuando el entonces presidente José María Aguilar no le renovó el vínculo después de ser campeón–, se fue de San Lorenzo enemistado con algunos de sus jugadores. Cometió un error capital, impropio de un DT de experiencia como él. Llevó a sus dos hijos a jugar a San Lorenzo, sin que ninguno de los dos reuniera antecedentes válidos para estar en ese lugar. Esto, y la idea de la mayoría del plantel de que la presencia de los chicos Díaz significaba algo así como una vigilancia, minaron la relación entre Ramón y sus dirigidos. Después de caer en Quito y quedar eliminado de la Copa Libertadores, el Pelado Díaz se fue. Detrás de él, dejaron el club todas las estrellas. El que más permaneció fue Bergessio, que abandonó San Lorenzo tras jugar la primera fecha del Apertura ’09. Pero de aquel plantel, a San Lorenzo no le quedaron nada más que deudas. Apenas el Chaco Torres, Voboril (suplente en la mayoría de los partidos de los ciclos de Russo y Simeone) y Aureliano Torres todavía están en el plantel. Y ya no tiene la billetera abultada para reforzarse como a Ramón Díaz le gusta.
Este nuevo ciclo –salvo que venga alguien e invierta– estará signado (o debería estarlo) por la austeridad. San Lorenzo no está para tirar manteca al techo, en términos de economía. Apostó una plata grande al entrenador que le dio la última satisfacción y confía en que el carisma y el conocimiento ya demostrado de Ramón lo saque del fango futbolístico con el que se manchó y se hundió en los últimos 12 meses, en los que el Cholo Simeone se cansó de buscar inútilmente el camino adecuado.
El presidente Rafael Savino sabe que Ramón Díaz tiene espaldas para aguantar un chubasco inicial. El Pelado, por su parte, intentará dar una materia que ya dio, pero que le encantaría reverdecer, como es la de armar un equipo sin que los integrantes del plantel sean figuras descollantes como en su River de los años 90.
En la conferencia de prensa de ayer, dijo casi a las carcajadas: “No los voy a defraudar”. En San Lorenzo esperan que le vaya mejor que al último riojano que dijo lo mismo.