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¿Cómo se ‘lava’ el dinero de la corrupción?

La pregunta se impone luego del cinematográfico hallazgo del ex secretario de Obras Públicas, José López, intentando esconder casi 9 millones de dólares en un monasterio de la provincia de Buenos Aires.

El que fue el número dos de Julio De Vido no encuentra respaldo político.
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La pregunta se impone luego del cinematográfico hallazgo del ex secretario de Obras Públicas, José López (imputado en varias causas por delitos contra la administración pública), intentando esconder 8.982.047 dólares, 153.610 euros, 425 yuanes, 49.800 pesos, dos reales de Qatar y relojes de lujo en un monasterio de la provincia de Buenos Aires.

Los delitos económicos complejos (corrupción, narcotráfico, trata de personas, etc.) generan enormes ganancias. Además de esconderlas, para usarlas sin llamar la atención de las autoridades, sus beneficiarios necesitan ocultar su origen y darles apariencia lícita. Las maniobras de lavado de activos tienen ese propósito. El Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) señala que, cualquiera que sea el delito precedente, las operaciones de lavado suelen desarrollarse en tres etapas: colocación, estratificación e integración. La formación de la cadena no es inmediata y, dependiendo de su complejidad, puede demorar años.

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Primero se colocan los fondos, por lo general en el sistema financiero: contrabando hacia países con menores controles, pequeños depósitos en efectivo, cambio de divisas, uso de remesas y sistemas informales como la hawala de Medio Oriente, compra de cheques y seguros en “cuevas”, etc. En países con grandes mercados informales como la Argentina, también pueden comprarse productos fácilmente negociables en la economía ilegal.

Segundo, se busca alejarlos lo máximo posible de su origen, colocando capas que dificulten rastrear su trayectoria e identificar a su beneficiario final. Para ello se usan distintas jurisdicciones, así como vehículos corporativos y financieros (fundaciones, empresas fantasma, sociedades offshore, fideicomisos, etc.). La imagen de las muñecas rusas es útil para visualizar esta etapa.

Tercero, se integra el dinero a la economía formal adquiriendo inmuebles, bienes de lujo, sociedades que “dibujan” ganancias con falsos préstamos de dinero o de servicios entre sí, e incluso negocios reales en sectores que operan en efectivo para luego esconder activos sucios entre sus ganancias legítimas (hoteles, casinos, etc.).

La primera etapa suele realizarse cerca de donde ocurre el delito precedente, la segunda en grandes centros financieros y la tercera en el país de origen o en otras jurisdicciones. Por ejemplo: se entrega el dinero de un soborno a una financiera no autorizada en la Argentina y por transferencia electrónica ésta lo deposita en una cuenta en Suiza a nombre de una sociedad offshore de Belice –a su vez propiedad de un fideicomiso en Seychelles–, que adquiere un inmueble en Miami o invierte en un casino en la Argentina, entre cuyas ganancias lícitas se entremezclará la ganancia de un nuevo soborno.

El lavado del producto de la gran corrupción política se caracteriza por utilizar jurisdicciones extranjeras, vehículos corporativos o financieros y personas interpuestas para evitar la debida diligencia reforzada sobre las personas políticamente expuestas (PEPs). También involucra a profesionales especializados que arman las estructuras, proveen cuentas propias o figuran como apoderados. En cambio, el dinero en efectivo no suele ser el producto distintivo de la gran corrupción política como ocurre, por caso, con el narcotráfico. Aunque el efectivo rompe el rastro de papel del sistema financiero y provee anonimato, obliga al PEP a correr el riesgo de ser detectado cada vez que tiene que colocarlo y estratificarlo. No obstante, en la práctica hay funcionarios corruptos que prefieren el efectivo y que logran lavarlo con éxito.

En el caso de José López, suponiendo que la gran cantidad de dinero que se le encontró fuera el producto de la corrupción y desconociendo el nivel de retornos que podría haber obtenido durante su paso por la función pública, podría pensarse que: (a) escondía ese dinero como quien guarda dólares en una caja fuerte para afrontar una emergencia o un gasto “menor”; o (b) no logró pasar de su ocultamiento a la etapa de colocación, sea porque lo obtuvo en forma reciente, porque no contaba con una cadena de lavado previamente armada, o porque la que tenía se quebró.

 

*Abogada. Máster y Doctoranda en Derecho (Universidad de Yale).