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electores minoritarios

Como si perdiera

El modo en que se desenvuelve el Gobierno es el de tomar todo como si dejara el poder, aunque todo indica lo contrario. Por qué no debería pedir más dividendos de las compañías.

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Desde finales del verano, el oficialismo comenzó a promover la idea de que “Cristina ya ganó”. Más allá de la verdadera intencionalidad del “eslogan publicitario” –dirigido al peronismo en sus diversas vertientes– y de que falta demasiado para las elecciones, sobran razones para pensar que ése puede ser el resultado en octubre o noviembre.
El Gobierno ha construido una verdadera telaraña electoral para atrapar a los votantes: un buen nivel de actividad, aunque la inflación impedirá que la fiesta consumista siga creciendo y ya no se generan nuevos empleos privados. Más subsidios para mantener precios claves bajo control. Un dólar evolucionando nominalmente debajo de la tasa de interés en pesos para desalentar una fuga de capitales aún mayor de la que habrá (¡ojo con esto!), bombardeo permanente de publicidad oficial y de las mentiras oficiales desde los medios de comunicación oficiales y pseudo oficiales, récord de gasto público y anuncios permanentes de más gasto.
Por otro lado, el amplio arco opositor, en lugar de aglutinarse en torno de dos troncos de acuerdos programáticos, como parecía hacia finales del año pasado, aparece cada vez más fragmentado, reduciendo sus chances de polarizar el voto en tercios y forzar una segunda vuelta exitosa.
Pero lo que desconcierta en este escenario es que el Gobierno actúa como si no creyera sus propios vaticinios de permanencia y se apurara por maximizar el presente sin importarle las consecuencias.
El reclamo de la Presidenta en torno al pago de dividendos de Techint en medio del conflicto Anses –empresas privadas-DNU– es un buen ejemplo.
En efecto, un inversor minoritario en una empresa que cotiza en Bolsa, no busca cobrar un dividendo –en todo caso el dividendo es una especie de “bono” o “plazo fijo”–: lo que quiere es ganancia de capital. Es decir que la empresa valga cada vez más para que sus acciones valgan cada vez más. Cuando los accionistas controlantes de una empresa capital intensiva, como Siderar u otras, proponen repartir demasiados dividendos, el mensaje claro es: “Esa plata rinde más fuera de la empresa que reinvertida en ella”, por lo tanto, esa empresa no crece y sus acciones no aumentan de valor. Si el Gobierno dice defender a los accionistas minoritarios, a nosotros (ya expliqué la semana pasada que esto es mentira), lo que tendría que exigir no es más dividendos. Al contrario: tendría que exigir menos para que ese dinero se reinvirtiera, se ampliara la producción y las acciones valieran más en el futuro. A menos que piense que se va en diciembre y que prefiere el dinero de los dividendos ahora para argumentar “miren los fondos que conseguí” y gastarlos. (Más allá de los “negocitos” particulares del eventual manejo de información
sensible.)

Es cierto que no descubro nada nuevo cuando destaco la “maximización” del presente, tan común en el populismo corporativo vernáculo, pero igual me sigue llamando la atención, no sólo porque se ha exacerbado en los últimos meses, sino porque a esta altura hasta resulta innecesario para ganar las elecciones. Con lo que tienen, aparentemente, sobra.
En la misma línea de rifar el futuro se inscribe el vaciamiento del BCRA con el uso de las reservas. La resistencia a ir gradualmente actualizando las tarifas de los servicios públicos y rearmando los contratos con el sector privado para la inversión en energía. El despilfarro de gasto improductivo e insostenible. El desaliento a la producción eficiente de bienes y servicios, derivado de una anárquica y arbitraria política de control de precios, restricciones al comercio e impuestos a las exportaciones.
Y muchos otros ejemplos que escapan a la órbita estrictamente económica pero que hacen al deterioro institucional y que terminan reduciendo la inversión y el salario. (Aunque en esto último hay complicidades de parte de la oposición y de parte del Poder Judicial.)
Néstor Kirchner solía decir: “Júzguenme por lo que hago, no por lo que digo”. Si aplicáramos esa premisa a la Presidenta, podría asegurarles que no se va a presentar a un segundo mandato. Ella y su gobierno actúan como si los fuera a “heredar” el enemigo.

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