La pandemia que nos afecta a todos cambió de un día para otro nuestra vida y no sabemos por cuánto tiempo. La opción de teletrabajar nos permitió seguir conectados con responsabilidades laborales y, a la vez, asumir nuestros roles familiares. Es cierto que ya varias empresas en Argentina habían otorgado a sus empleados la posibilidad del home office uno o dos días por semana, pero a mayoría esta realidad la tomó por sorpresa.
En algunos casos era la única opción, pero no todos estaban preparados. Así, sin aviso previo y bajo la presión de las contingencias, la pandemia nos obligó a trabajar desde casa en circunstancias excepcionales, haciéndolo compatible con la dedicación a la familia.
Casi sin darnos cuenta, lo que los académicos estudian bajo el concepto de “enriquecimiento trabajo-familia” se nos presenta como un curso intensivo que hacemos todos, confinados en casa y contra reloj. Este enriquecimiento deriva de la acumulación de roles que asumimos en el ámbito laboral y en el entorno familiar. Y se produce cuando las experiencias y recursos obtenidos en un rol mejoran de manera directa la calidad de vida o el rendimiento en otro rol, o indirectamente a través de su influencia en el plano afectivo. Así, por ejemplo, el enriquecimiento puede darse cuando una madre con un puesto directivo utiliza para asesorar a uno de sus colaboradores el mismo método de diálogo o negociación que le sirve para aconsejar a su hijo en casa. O cuando un vendedor vuelve a su hogar feliz por las ventas logradas y se muestra más colaborador y afectivo en su rol como padre y marido. En estas situaciones, la acumulación de roles no constituye una pérdida de recursos o energías para el individuo, sino una ganancia neta que puede utilizarse en ese rol o en otros.
Durante este tiempo en que trabajo y familia compiten por el tiempo y el espacio físico en casa, podemos preguntarnos cómo sacarle partido a esta situación y convertirla en una ocasión de enriquecimiento mutuo. Una de las principales fuentes para lograrlo son las competencias, definidas como un amplio grupo de habilidades interpersonales y cognitivas derivadas de la experiencia en un rol. Teletrabajando durante esta cuarentena podemos desarrollar varias que nos servirán luego en nuestros roles familiares:
- Automotivación: capacidad de trabajar sin controles externos y sin necesidad de estímulos y reconocimientos permanentes.
- Autodisciplina: capacidad de definir objetivos, organizar y planificar tareas y alcanzar las metas propuestas.
- Confianza mutua: construcción de relaciones interpersonales creíbles y francas con el jefe y el equipo.
- Eficiencia en la comunicación: capacidad de gestionar conversaciones efectivas.
- Flexibilidad: capacidad de adaptación a un contexto incierto y cambiante.
- Gestión del tiempo: capacidad de distribuir los tiempos entre trabajo, familia, ocio y descanso.
- Proactividad: capacidad de resolver los conflictos o dificultades articulando recursos y buscando soluciones creativas.
- Resiliencia: capacidad de sobreponerse ante las dificultades y contingencias.
- Trabajo en equipo: capacidad de relacionarse, intercambiando experiencias y aprendizajes, y fortaleciendo la cohesión.
Estas competencias son las mismas que aplicamos a nuestros roles familiares, es decir que lo que se desarrolla en casa puede ser útil para el trabajo, del mismo modo que lo que se aprende en el ámbito laboral es aplicable en el entorno familiar. Esto es así porque es la misma persona la que trabaja, convive en el hogar y asume responsabilidades laborales y familiares. Trabajo y familia no son contrarios ni contrapuestos, se enriquecen y potencian entre sí.
Podemos aprender mucho en este tiempo de teletrabajo en familia, beneficiándonos con las sinergias que se dan a partir de la acumulación de roles. Ojalá esta experiencia nos haga a todos mejores personas, en casa y en el trabajo.
*Directora del Centro Conciliación Familia y Empresa, IAE Business School, Universidad Austral.