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Miedo y poder

¿Cómo terminará esto?

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Gina Kolata. Periodista científica que estudia los finales de las pandemias en la historia. | cedoc

Cuándo y cómo termina una pandemia? Esta pregunta condujo a la periodista científica y escritora Gina Kolata (dos veces finalista del premio Pulitzer) a investigar diferentes finales de pandemias a lo largo de la historia humana y a cotejar sus resultados con historiadores, filósofos y científicos abocados al tema. El resultado fue publicado el último 12 de mayo en The New York Times, donde Kolata, autora de seis libros, escribe habitualmente. Su artículo repasa varias de las pestes que asolaron a la humanidad, muchas de las cuales fueron más devastadoras que la del coronavirus, y el modo en que acabaron. Las conclusiones recogidas por esta autora se podrían sintetizar en el siguiente párrafo de su trabajo: “Las pandemias tienen dos tipos de final: el médico, que ocurre cuando las tasas de incidencia y muerte caen en picada, y el social, cuando disminuye la epidemia de miedo a la enfermedad”. ¿Prevalece habitualmente alguno de esos dos finales? Jeremy Greene, historiador de la medicina en la prestigiosa Universidad Johns Hopkins, cree que generalmente el final ocurre “no porque la enfermedad ha sido vencida, sino porque las personas se cansan de estar en modo pánico y aprenden a vivir con ella”.

Esta reflexión merecería ser tenida en cuenta por quienes, enamorados o no de la cuarentena (por mucho que la mención de ese amor los ofusque), han decidido que no hay alternativa, que la única herramienta disponible es el confinamiento, con su secuela de prohibiciones, vallados, recorte de derechos elementales, amenazas, deterioro de la salud mental y del ánimo colectivo, colapso económico, abandono de tratamientos médicos no vinculados al Covid-19, expansión de otras enfermedades y delaciones a cargo de personas que, infectadas de paranoia, ven a cualquier prójimo como portador del mal. Quien administra el poder administra el miedo, y quien administra el miedo adquiere poder, siempre y cuando el miedo genere parálisis. Aunque también puede suceder que sea el impulsor de otras reacciones, menos pasivas. El miedo disfuncional, el que no opera como proveedor de herramientas adecuadas para afrontar situaciones de riesgo, el miedo crónico (inducido por una continua generación de amenazas, al punto en que ya no se distinguen las reales de las falsas), puede terminar en el escenario que describía el escritor y filósofo inglés Aldous Huxley (1894-1963), autor de la clásica distopía Un mundo feliz: “El miedo no solo expulsa al amor; también a la inteligencia, a la bondad, a todo pensamiento de belleza y verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre a su propia humanidad”.

Por otra parte, el poder que se puede obtener a través de la administración del miedo, tanto en lo político como en lo científico, tecnológico, económico o psicológico, acaso sea pan para hoy y hambre para mañana. Ya explicaba Hannah Arendt (1906-1975) que el poder no es acumulable con vistas al futuro, que no se puede ahorrar ni guardar en el freezer. El poder es siempre un fenómeno presente. Así como se lo tiene, se lo pierde. Las mismas encuestas, representativas de la misma “opinión pública”, un día glorifican y al día siguiente demonizan.

La doctora Dora Vargha, connotada historiadora social de la medicina en la universidad británica de Exeter, sostiene en la investigación de Gina Kolata que llega un punto en el cual ya no se sabe, y tampoco importa, quién decide el final de una pandemia y de sus cuarentenas, dado que esto finalmente ocurre sea como fuere y suele ser desordenado. Los finales, entonces, parecen más sociales que médicos. Insistir en que “no hay alternativa” recuerda a esa misma frase en boca de Margaret Thatcher (“There is no alternative”), cuando en los 80 era diosa madre del neoliberalismo y este se imponía como modelo único, devastador y definitivo. Curiosa coincidencia que la misma afirmación aparezca hoy en boca de quienes teóricamente están en las antípodas. Las alternativas suelen desaparecer cuando muere el pensamiento crítico. Y las pandemias terminan, si no hay alternativa, cuando se imponen el hartazgo y la desesperación. Lo dice la historia.

*Periodista y escritor.